DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - B
MUESTRANOS, SEÑOR, TU
MISERICORDIA
Y DANOS TU SALVACION
Por Mª Adelina Climent Cortes O. P
“La salvación está ya cerca”, porque es de nuestro Dios y la concede siempre que se la pedimos con sinceridad de corazón, ya que, en todo
momento nos escucha y se goza en complacernos, pues, en su ser, es amor,
donación y gratuidad, y, de Él mana toda su acción salvadora.
De, este Dios,
que siempre nos muestra su misericordia y nos da su salvación, nos habla el
salmo 84, un canto de súplica comunitaria, con sentimientos de lamentación y al
mismo tiempo de acción de gracias. Su origen es de los tiempos del posexílio.
Una vez
liberado Israel de la esclavitud del destierro de Babilonia, puede reconocer
mejor la gravedad de sus pecados e infidelidades que la ocasionaron. Igualmente, es capaz, ahora, de suplicar a Yahveh su
intervención misericordiosa y liberadora, en orden a lograr la plena
restauración de la nación, sobre todo,
en lo que respecta a su estado
moral y social, ya que, se siente incapaz de conseguirlo por sí mismo.
Y, a esta súplica lamentatoria de Israel, responde Yahveh, en la persona del orante
de turno del templo, por medio de un
oráculo de bendición y de su fiel
cumplimiento:
Voy a escuchar lo que dice el
Señor:
“Dios anuncia la paz,
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
La paz de Dios, ha de ser recibida por
los israelitas, como fruto de su perdón, ya que es imposible
experimentarla sin la conversión del corazón, que mueve a un amor sincero a
Yahveh y al hermano. Paz y salvación,
que llevan consigo la misericordia, la justicia, la fidelidad y todo lo
que encierra la bondad de Dios. Paz y vida de Dios, que es otorgada muy
particularmente a sus fieles y a sus
amigos, que son los que nunca le
abandonan aunque las cosas no les sean favorables:
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.
Y, también,
esta vida salvadora de Dios, es copiosa bendición para todo el pueblo de
Israel, como signo visible de su presencia entre ellos; presencia y gloria que
se manifestará en la fecundidad de la tierra, y que traerá prosperidad y gozo
para todos:
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
También, y
de manera extraordinaria, la gloria de Dios está y residirá siempre con nosotros, EN SU HIJO CRISTO
JESÚS, que nos la ha hecho visible y esplendorosa en su amorosa entrega
salvadora, que le ha conducido a su muerte y resurrección gloriosa.
Cristo
Jesús es el que rige nuestro mundo, y lo va convirtiendo en REINO DE DIOS. Para
ello: “LLAMÓ A LOS DOCE Y LES FUE ENVIANDO DE DOS EN DOS, DÄNDOLES AUTORIDAD
SOBRE LOS ESPÍRITUS INMUNDOS”. Con su Palabra y autoridad nos ha traído su paz,
su perdón regenerador; Lo mismo que,
también es, el que sigue viviendo entre
nosotros después de resucitado y el que, con su ESPÍRITU, lo va recapitulando
todo en Él.
Y, nuestra
respuesta a este gran don de Dios, que es Cristo Jesús, ha de ser, un desear
vivir en su seguimiento, como los primeros discípulos, siendo colaboradores de
su misión, predicando el Evangelio y la conversión, y, acogiendo
su vida de paz, su perdón y su
amor, de manera que, nuestro mundo, pueda crecer continuamente en justicia, en
misericordia y en fidelidad, frutos de su Espíritu, que hacen realidad el Reino y la magnificencia de su
Gloria.
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