viernes, 10 de julio de 2015

Domingo XV- B


DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - B



MUESTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA
Y DANOS TU SALVACION

Por Mª Adelina Climent Cortes  O. P

       
                 “La salvación está ya cerca”, porque es de nuestro  Dios y la concede  siempre que se la pedimos  con sinceridad de corazón, ya que, en todo momento nos escucha y se goza en complacernos, pues, en su ser, es amor, donación y gratuidad, y, de Él mana toda su acción salvadora.

                 De, este Dios, que siempre nos muestra su misericordia y nos da su salvación, nos habla el salmo 84, un canto de súplica comunitaria, con sentimientos de lamentación y al mismo tiempo de acción de gracias. Su origen es de  los tiempos del posexílio.

                 Una vez liberado Israel de la esclavitud del destierro de Babilonia, puede reconocer mejor la gravedad de sus pecados e infidelidades  que la ocasionaron. Igualmente,  es capaz, ahora, de suplicar a Yahveh su intervención misericordiosa y liberadora, en orden a lograr la plena restauración de la nación, sobre todo,  en lo que respecta a su estado  moral y social, ya que, se siente incapaz de conseguirlo por sí mismo. Y, a esta súplica lamentatoria de Israel, responde Yahveh, en la persona del                                            orante de turno del templo, por medio de  un oráculo de bendición  y de su fiel cumplimiento:
   
Voy a escuchar  lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz,
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.

                 La paz de Dios, ha de ser recibida  por  los israelitas, como fruto de su perdón, ya que es imposible experimentarla sin la conversión del corazón, que mueve a un amor sincero a Yahveh y al hermano. Paz y salvación,  que llevan consigo la misericordia, la justicia, la fidelidad y todo lo que encierra la bondad de Dios. Paz y vida de Dios, que es otorgada muy particularmente a sus fieles  y a sus amigos, que son los que nunca le  abandonan aunque las cosas no les sean favorables:
         
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la  justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

                 Y, también, esta vida salvadora de Dios, es copiosa bendición para todo el pueblo de Israel, como signo visible de su presencia entre ellos; presencia y gloria que se manifestará en la fecundidad de la tierra, y que traerá prosperidad y gozo para todos:

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La  justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

    
                    También, y de manera extraordinaria, la gloria de Dios está y residirá       siempre con nosotros, EN SU HIJO CRISTO JESÚS, que nos la ha hecho visible y esplendorosa en su amorosa entrega salvadora, que le ha conducido a su muerte y resurrección gloriosa.

                     Cristo Jesús es el que rige nuestro mundo, y lo va convirtiendo en REINO DE DIOS. Para ello: “LLAMÓ A LOS DOCE Y LES FUE ENVIANDO DE DOS EN DOS, DÄNDOLES AUTORIDAD SOBRE LOS ESPÍRITUS INMUNDOS”. Con su Palabra y autoridad nos ha traído su paz, su perdón regenerador;  Lo mismo que, también es,  el que sigue viviendo entre nosotros después de resucitado y el que, con su ESPÍRITU, lo va recapitulando todo en Él.


                     Y, nuestra respuesta a este gran don de Dios, que es Cristo Jesús, ha de ser, un desear vivir en su seguimiento, como los primeros discípulos, siendo colaboradores de su misión, predicando el Evangelio y la conversión, y,  acogiendo  su vida de paz,  su perdón y su amor, de manera que, nuestro mundo, pueda crecer continuamente en justicia, en misericordia y en fidelidad, frutos de su Espíritu, que hacen  realidad el Reino y la magnificencia de su Gloria.

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