DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU
VOLUNTAD
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
Ofrecerse así mismo a Dios,
desde la confianza y el amor, es lo que más le puede agradar, y es, también, el
mejor modo de responder, con generosidad, a su salvación.
De esta respuesta generosa
a Dios, nos habla el salmo 39, de David. Es un salmo mixto, por estar compuesto
de un himno de acción de gracias y de una súplica personal. Pertenece a la
época próxima al exílio. Los versos escogidos para la liturgia eucarística,
pertenecen a la primera parte del poema, en la que, el orante da gracias a Dios
por lo mucho que ha recibido de su bondad.
Comienza el salmo con una
expresión espontánea del salmista, y con un grito de desahogo del corazón,
repleto de agradecimiento a Dios, al sentirse salvado de la situación dolorosa
que sufría:
Yo esperaba con ansia
al Señor;
Él se inclinó y escuchó
mi grito:
me puso en la boca un
cántico nuevo,
un himno a nuestro
Dios.
Solo el que busca al
Señor con vehemencia y radicalidad, lo percibe inclinándose hacia él, para
escucharle, conocer su necesidad y remediarla.
Y, también, es el mismo
Dios el que despierta en el corazón del orante los sentimientos de
agradecimiento, que el salmista expresa con un cántico nuevo, quizá por
tratarse de una experiencia de salvación “nueva” para él, y, tan valiosa, que
le deja como deslumbrado. Por eso sigue relatando los deseos de complacerle más
y mejor:
Tú no quieres
sacrificios y ofrendas,
y en cambio me abriste
el oído;
No pides sacrificio
expiatorio,
entonces yo digo: “Aquí
estoy
- como está
escrito en mi libro -
para hacer tu voluntad”.
En un acto de extrema
generosidad, el salmista ofrece a Dios lo mejor, su propio ser, todo su sentir
y querer; es decir, un comportamiento
recto como indica la ley que tiene escrita en su libro y que él ha hecho vida de
su corazón, ya que, ha sabido comprender que, esto, agrada a Dios más que un
culto sin espíritu y vida; y que las demás cosas que puede darle solo pueden
complacerle, si van avaladas por un leal
y fiel comportamiento.
Y, porque sabe que, con su
entrega personal, responde mejor a la salvación de Dios y de la manera que más
le agrada; y, porque sabe, también, que sólo lo podrá llevar a cabo con su
ayuda, agradecido, siente necesidad de proclamarlo ante la asamblea:
Dios mío, lo
quiero
y llevo tu ley en las
entrañas.
He proclamado tu
Salvación
ante la gran asamblea,
No he cerrado los
labios,
Señor, tú lo sabes.
Con la primera lectura del
libro de Samuel, que relata su vocación: “Habla que tu siervo escucha”, y con
el evangelio de Juan, en donde los discípulos siguiendo a Jesús: “vieron donde
vivía y se quedaron con él”, el salmo 39 es una respuesta sincera y
comprometida, a la llamada que nos hace Dios, a su seguimiento y salvación.
El ejemplo extraordinario
nos lo da Cristo Jesús, con su disponibilidad y valentía ante el sacrificio,
cuando, llevado por su inmenso amor y generosa entrega dice al Padre:
“AQUÍ ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD”
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