domingo, 23 de noviembre de 2014

Solemnidad de Cristo Rey- A

CRISTO  REY:    "Vengo pronto"

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Como hizo Israel en otros tiempos, nos alegramos y gozamos de tener un DIOS, REY DEL UNIVERSO Y SEÑOR DE LA HISTORIA. Un Dios que, en su soberanía, es, a la vez, tan cercano, amable y compasivo con nosotros, sus hijos, que se nos manifiesta como Pastor Bueno, guiando a su rebaño, y nos acompaña con su ternura y amor, en el dificultoso caminar hacia la meta prometida. Es, también, el mismo Dios que, al final de la Historia, regresará como Juez de vivos y muertos, y nos examinará de la misericordia y el amor que hayamos tenido para con los demás, lo que dará la medida de la  recompensa que gozaremos en su REINO ETERNO Y GLORIOSO.

                    Y, con gozo y agradecimiento, celebramos a nuestro DIOS, REY Y  SEÑOR de todo lo creado, y, lo hacemos, cantando con amor y gratitud su protección solícita, bondadosa y acogedora, para con los hombres de todos los  pueblos, con el salmo 22. Un rico y  hermoso poema que, con  encanto conmovedor, describe a Yahveh, el Dios de Israel, como el Pastor solícito, del pueblo, al que guía siempre con fidelidad y dulzura, como también lo hace con nosotros, de manera que nada nos pueda faltar:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.

                    Con decires sublimes de sabor y vida pastoril, canta el salmista a su Dios y Señor, Yahveh, y le recuerda las atenciones que siempre tiene con Israel, su pueblo escogido, mientras le conduce apaciblemente hacia las fuentes de aguas vivas, que renuevan y rejuvenecen, porque calman toda sed de vida y de amor:  

Me conduce hacia fuentes tranquilas,
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

                    En el camino, lleno de atenciones y amorosos cuidados por parte de Yahveh, no puede faltar la mesa preparada, que invita y acoge a la intimidad y al descanso, junto con el alimento que nutre la fe y fortalece la comunión de vida; también, con la alegría del vino que embriaga y da felicidad:

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Y, sería nada lo dicho, sin la presencia y compañía amorosa del Pastor Bueno,  que desbordando misericordia por doquier, con  el afecto y fuego de su corazón, infunde seguridad, da valentía y lo inunda todo de felicidad, hasta despertar el gran deseo de querer  estar siempre gozando con Él:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.

                    Y, Cristo Jesús, El buen Pastor, es el que nos sigue conduciendo, con dulzura, hacia las  praderas verdes de su amor. Hace su camino con nosotros, con todos los hombres, y su  gesto es acogedor y sonriente. Nos cuida  y alimenta en todo momento con la verdad de su Palabra evangélica y con el pan y el vino eucarísticos; Y, también, se goza cuando  nos alienta en el fiel empeño de seguirle y llegar hasta la meta que nos convoca, porque estamos invitados a sus bodas, las que tendrán lugar en Reino con toda la humanidad;  al banquete eterno y a la vida que nunca acabará porque, siempre en Dios, cabe más felicidad.


                    Que CRISTO JESÚS, REY DEL UNIVERSO, SEÑOR DE LA HISTORIA, el que, venciendo a la muerte ha resucitado para siempre: nuestro Buen Pastor, nuestro Hermano Mayor y Primicia de la humanidad,  el que lo será todo en todos, y nos seguirá bendiciendo hasta  abrir, a  la humanidad entera, las puertas de su REINO GLORIOSO, que, también es, el REINO DEL PADRE DIOS. 

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