sábado, 15 de noviembre de 2014

Domingo XXXIII- A


DOMINGO  XXXIII

DICHOSO EL QUE TEME AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL TEMOR DEL SEÑOR, que nos lleva a tener una actitud reverente, atenta, vigilante y operativa, también es FUENTE FECUNDA DE BENDICIONES, que, a la vez, son fruto de la fidelidad y benevolencia de Dios, para con todos los que le buscamos con amor, y queremos  seguir, con atención, sus caminos.

                    Y, porque, DIOS NOS BENDICE CON SU PAZ Y SUS BIENES, siempre que confiamos en Él, le alabamos con gratitud cantando el salmo 127, que,  en sus orígenes,  es uno de los “salmos de bendiciones” y que, posteriormente, también se le considera de “las subidas”, pues, lo cantaban en procesión los peregrinos que, impulsados por la fe y el amor a su Dios, Yahveh,  acudían solícitos al templo para alabarle y darle gracias; y donde, también,  eran bendecidos  en su nombre, por el sacerdote de turno del santuario, antes  de iniciar el regreso a sus casas.

                    El salmo nos describe, de manera sencilla y amable, la bendición de Dios, en una vida en familia y en el humilde y cotidiano trabajo, que tanto alegra al que come y se beneficia de él; dicha, que solo experimentan los que hacen su vida en el temor del Señor, es decir, buscando lo que le agrada, lo recto y justo, desde una generosa y sincera fidelidad:

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos! 
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

                    De manera más concreta, el salmo canta la bendición, dulzura y felicidad de la familia en la que, la esposa, fecunda y hacendosa, vive atenta y pendiente de los demás, y, donde reina la alegría y el gozo de los hijos, en lo cotidiano de un vivir, que, se basa, en el  amor verdadero y la mutua comprensión, como fruto de la bendición de Yahveh para con los que le aman y temen

Tu mujer como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos como renuevos de olivo
alrededor de tu mesa.

                    Muy hermosa y rica es la vida, cuando está protegida por la bendición de Yahveh, que otorga desde su templo a los que, movidos por la fe y el amor, le anteponen a todo lo demás y, acuden a Él, para venerar su santo nombre y hacer su vida, en generosidad y entrega, como ofrenda de sacrificio:

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida.

                    Pero, el modelo más perfecto y acabado de un vivir en el temor de Dios, ha de ser, para todos nosotros, Jesucristo, nuestro Salvador, que hizo de toda su vida una actitud reverente de amor y sumisión al Padre, buscando siempre cumplir su voluntad, para serle fiel en todo momento, hasta entregarse, por amor, en manos de sus enemigos y lograr, con su muerte en la Cruz, la salvación del mundo y de todos los hombre; siendo su resurrección gloriosa, la más encumbrada de las bendiciones, recibidas de su Padre Dios, en beneficio de toda la humanidad.

                    Y, su ejemplo, el de Jesús, es el que debemos seguir los que nos llamamos cristianos y queremos vivir en su seguimiento. Por lo que, hemos de expresar nuestra fe, a través de una actitud de sincera búsqueda  y entrega responsable a la voluntad de Dios, por encima de todo lo demás; porque, sólo así, recibiremos su bendición, la dicha de poder vivir sirviendo, desde el amor y la gratuidad, a nuestros hermanos  los hombres, trabajando incansablemente por la construcción del Reino de Jesucristo, para, así, gozar eternamente de su bienaventuranza y plenitud en la Gloria del Padre.


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