DOMINGO XXXIII
DICHOSO EL QUE TEME
AL SEÑOR
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
EL TEMOR DEL SEÑOR, que nos
lleva a tener una actitud reverente, atenta, vigilante y operativa, también es
FUENTE FECUNDA DE BENDICIONES, que, a la vez, son fruto de la fidelidad y
benevolencia de Dios, para con todos los que le buscamos con amor, y
queremos seguir, con atención, sus
caminos.
Y, porque, DIOS NOS BENDICE
CON SU PAZ Y SUS BIENES, siempre que confiamos en Él, le alabamos con gratitud
cantando el salmo 127, que, en sus
orígenes, es uno de los “salmos de
bendiciones” y que, posteriormente, también se le considera de “las subidas”,
pues, lo cantaban en procesión los peregrinos que, impulsados por la fe y el
amor a su Dios, Yahveh, acudían
solícitos al templo para alabarle y darle gracias; y donde, también, eran bendecidos en su nombre, por el sacerdote de turno del
santuario, antes de iniciar el regreso a
sus casas.
El salmo nos describe, de
manera sencilla y amable, la bendición de Dios, en una vida en familia y en el
humilde y cotidiano trabajo, que tanto alegra al que come y se beneficia de él;
dicha, que solo experimentan los que hacen su vida en el temor del Señor, es
decir, buscando lo que le agrada, lo recto y justo, desde una generosa y
sincera fidelidad:
¡Dichoso el que teme
al Señor
y sigue sus
caminos!
Comerás del fruto de
tu trabajo,
serás dichoso, te irá
bien.
De manera más concreta, el
salmo canta la bendición, dulzura y felicidad de la familia en la que, la
esposa, fecunda y hacendosa, vive atenta y pendiente de los demás, y, donde
reina la alegría y el gozo de los hijos, en lo cotidiano de un vivir, que, se
basa, en el amor verdadero y la mutua
comprensión, como fruto de la bendición de Yahveh para con los que le aman y
temen
Tu mujer como parra
fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos como
renuevos de olivo
alrededor de tu mesa.
Muy hermosa y rica es la
vida, cuando está protegida por la bendición de Yahveh, que otorga desde su
templo a los que, movidos por la fe y el amor, le anteponen a todo lo demás y,
acuden a Él, para venerar su santo nombre y hacer su vida, en generosidad y
entrega, como ofrenda de sacrificio:
Esta es la bendición
del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te
bendiga desde Sión,
que veas la
prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu
vida.
Pero, el modelo más
perfecto y acabado de un vivir en el temor de Dios, ha de ser, para todos
nosotros, Jesucristo, nuestro Salvador, que hizo de toda su vida una actitud
reverente de amor y sumisión al Padre, buscando siempre cumplir su voluntad,
para serle fiel en todo momento, hasta entregarse, por amor, en manos de sus
enemigos y lograr, con su muerte en la
Cruz , la salvación del mundo y de todos los hombre; siendo su
resurrección gloriosa, la más encumbrada de las bendiciones, recibidas de su
Padre Dios, en beneficio de toda la humanidad.
Y, su ejemplo, el de Jesús,
es el que debemos seguir los que nos llamamos cristianos y queremos vivir en su
seguimiento. Por lo que, hemos de expresar nuestra fe, a través de una actitud
de sincera búsqueda y entrega
responsable a la voluntad de Dios, por encima de todo lo demás; porque, sólo
así, recibiremos su bendición, la dicha de poder vivir sirviendo, desde el amor
y la gratuidad, a nuestros hermanos los
hombres, trabajando incansablemente por la construcción del Reino de
Jesucristo, para, así, gozar eternamente de su bienaventuranza y plenitud en la Gloria del Padre.
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