sábado, 25 de octubre de 2014

Domingo XXX- A


 YO TE AMO, SEÑOR, TÚ ERES MI FORTALEZA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    El Dios, que siempre nos ama con ternura entrañable, y, que, tanto goza derramando su amor, su misma vida sobre cada uno de sus hijos, los hombres; también, lo que más quiere  y  exige de nosotros, es que le amemos a Él, por encima de todo lo creado, y que nos amemos unos a otros como hermanos, porque es lo que  más le agrada, y en lo que radica el cumplimiento de su voluntad

                    Y, porque la Alianza entre Israel  y su Dios Yahveh, se centraba en el culto y, también, en la justicia social; en el “Código de la Alianza” del Éxodo, aparecen los preceptos  que había que tener en cuenta con respecto a los demás, y que, según la voluntad de Dios, han de regir, siempre, nuestro comportamiento con los más pobres, débiles y oprimidos, que son, los que el Señor más acoge, estima y escucha, por ser, nuestro Dios, compasivo y misericordioso.

                    Pero, es el salmo 17, el que  nos invita, sobre todo, a poner el corazón en Dios, que nos ha creado para amarle sobre todas las cosas; es decir, con todas las fuerzas de nuestro ser y  con toda la expresividad de nuestro actuar; siendo este, el  primer enunciado del mandamiento principal de la Ley, del que fluye la segunda parte: “amarás  al prójimo como a ti mismo”, en la que se verifica y alcanza plenitud..

                    El salmo, recuerda las maravillas obradas por Yahveh a favor de su pueblo, ya sea en la persona del rey David y en las victorias obtenidas con los pueblos vecinos, o en el afianzamiento de la monarquía. Eventos estos, que logran arrancar del salmista una confesión sincera y agradecida, con el fin de pagar con  amor, a tanto derroche de estima y predilección,  por parte de Yahveh, el Dios de Israel; por lo que clama diciendo:

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

                    El amor del salmista, siempre espontáneo, creativo y fiel, se desborda en expresiones de gratitud a Yahveh, como son los diferentes títulos, con los que le alaba y reconoce, pues, también, a él, le salva y libera siempre que lo invoca:

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

                    De nuevo, más alabanzas y bendiciones a Yahveh, por su amor y benevolencia con el que es rey de Israel, su ungido, que ha de representarle ante su pueblo:

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tu diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido.

                    También, Cristo Jesús, dio gracias a Dios por habernos colmado con su amor, a la vez que nos  hablaba del amor que el Padre bondadoso del cielo nos tiene, y cómo, hay  que corresponderle

                    Más, la misma vida de Cristo Jesús, fue un  estar siempre correspondiendo al amor del Padre, hasta morir por los hombres, sus hermanos, en la Cruz y lograr la salvación de todos; convirtiéndose, de esta manera, en la expresión del amor y de la misericordia de Dios para la humanidad entera.

                    Pero, no solo el amor impulsaba la vida y el caminar de Jesús, también, con  su palabra evangélica, aportó novedad al segundo enunciado del  mandamiento, al añadir, que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, es decir,  con el mismo amor que Dios nos ama, pues, el verdadero amor  es único y universal

                    Más, como amar a Dios y a los hermanos con autenticidad no es fácil, pues requiere practicar las virtudes teologales y los valores humanos, es el mismo Cristo Jesús, el que nos da fuerzas para conseguirlo, en la Eucaristía, con la fuerza de su amor partido y entregado.


                    Y, porque el amor nos asemeja a Dios, también podemos vivir en su misma comunión de Vida, que en la eternidad será gozo y plenitud total.

No hay comentarios:

Publicar un comentario