YO
TE AMO, SEÑOR, TÚ ERES MI FORTALEZA
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
El Dios, que
siempre nos ama con ternura entrañable, y, que, tanto goza derramando su amor,
su misma vida sobre cada uno de sus hijos, los hombres; también, lo que más
quiere y
exige de nosotros, es que le amemos a Él, por encima de todo lo creado,
y que nos amemos unos a otros como hermanos, porque es lo que más le agrada, y en lo que radica el
cumplimiento de su voluntad
Y, porque la Alianza entre Israel y su Dios Yahveh, se centraba en el culto y,
también, en la justicia social; en el “Código de la Alianza ” del Éxodo,
aparecen los preceptos que había que
tener en cuenta con respecto a los demás, y que, según la voluntad de Dios, han
de regir, siempre, nuestro comportamiento con los más pobres, débiles y
oprimidos, que son, los que el Señor más acoge, estima y escucha, por ser,
nuestro Dios, compasivo y misericordioso.
Pero, es el salmo 17, el
que nos invita, sobre todo, a poner el
corazón en Dios, que nos ha creado para amarle sobre todas las cosas; es decir,
con todas las fuerzas de nuestro ser y
con toda la expresividad de nuestro actuar; siendo este, el primer enunciado del mandamiento principal de
la Ley , del que
fluye la segunda parte: “amarás al
prójimo como a ti mismo”, en la que se verifica y alcanza plenitud..
El salmo, recuerda las
maravillas obradas por Yahveh a favor de su pueblo, ya sea en la persona del
rey David y en las victorias obtenidas con los pueblos vecinos, o en el
afianzamiento de la monarquía. Eventos estos, que logran arrancar del salmista
una confesión sincera y agradecida, con el fin de pagar con amor, a tanto derroche de estima y
predilección, por parte de Yahveh, el
Dios de Israel; por lo que clama diciendo:
Yo te amo,
Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi
roca, mi alcázar, mi libertador.
El amor del salmista,
siempre espontáneo, creativo y fiel, se desborda en expresiones de gratitud a Yahveh,
como son los diferentes títulos, con los que le alaba y reconoce, pues,
también, a él, le salva y libera siempre que lo invoca:
Dios mío,
peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza
salvadora, mi baluarte.
Invoco al
Señor de mi alabanza
y quedo libre
de mis enemigos.
De nuevo, más alabanzas y
bendiciones a Yahveh, por su amor y benevolencia con el que es rey de Israel,
su ungido, que ha de representarle ante su pueblo:
Viva el
Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado
mi Dios y Salvador.
Tu diste gran
victoria a tu rey,
tuviste
misericordia de tu Ungido.
También, Cristo Jesús, dio
gracias a Dios por habernos colmado con su amor, a la vez que nos hablaba del amor que el Padre bondadoso del
cielo nos tiene, y cómo, hay que
corresponderle
Más, la misma vida de
Cristo Jesús, fue un estar siempre
correspondiendo al amor del Padre, hasta morir por los hombres, sus hermanos,
en la Cruz y
lograr la salvación de todos; convirtiéndose, de esta manera, en la expresión
del amor y de la misericordia de Dios para la humanidad entera.
Pero, no solo el amor
impulsaba la vida y el caminar de Jesús, también, con su palabra evangélica, aportó novedad al
segundo enunciado del mandamiento, al
añadir, que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, es decir, con el mismo amor que Dios nos ama, pues, el
verdadero amor es único y universal
Más, como amar a Dios y a
los hermanos con autenticidad no es fácil, pues requiere practicar las virtudes
teologales y los valores humanos, es el mismo Cristo Jesús, el que nos da
fuerzas para conseguirlo, en la
Eucaristía , con la fuerza de su amor partido y entregado.
Y, porque el amor nos
asemeja a Dios, también podemos vivir en su misma comunión de Vida, que en la
eternidad será gozo y plenitud total.
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