viernes, 31 de octubre de 2014

Solemnidad de Todos los Santos


TODOS LOS SANTOS

ESTOS SON LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Con gozo y júbilo celebramos la fiesta de TODOS LOS SANTOS; de los que ya viven en Dios para siempre y en comunión con nosotros, los que  peregrinamos hacia la patria definitiva. Estos bienaventurados supieron, desde la fe y el amor a nuestro Dios y Padre y a todos los hermanos, hacer de sus vidas, un camino de seguimiento y de búsqueda de la Verdad y el Bien, por lo que, ahora,  ya gozan  de la Vida plena  junto a Cristo Jesús, el que, con su Resurrección, nos abrió las puertas del paraíso, después de habernos justificado con su entrega y amor. También, los SANTOS, son nuestros intercesores, los que, con María y los Ángeles, nos ayudan a avanzar por el  camino de la vida que conduce al cielo.

                    Y, al  contemplar, en el Apocalipsis, la felicidad eterna de los justos, y el gozo de la muchedumbre de fieles “de toda nación, razas, pueblos y lenguas de pie delante del trono y del Cordero”, nos unimos a esta liturgia de alabanza y bendición de LOS SANTOS, con el salmo 23, dando gracias a Dios, por habernos destinado a su glorioso y excelso Reino.

                    Este salmo, es un himno alegre y gozoso, que se cantaba en las subidas en procesión al Templo, donde residía la gloria de Dios en toda su majestad y esplendor; y que, revive, la entrada del Arca en el primer santuario de Sión. En este canto, el orante invita a toda la tierra a alabar con alegría y acción de gracias a Yahveh, como Rey y Señor de todo lo creado:

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

                    El salmista,  pregunta, quién podrá subir al monte del Señor, es decir, hasta Dios, dando él mismo la respuesta. Sabe que la condición indispensable para entrar en el santuario donde se encuentra el trono de Yahveh, es, la pureza de corazón, que es un aspecto básico de la santidad, ya que, todo el que es limpio de corazón está ya viendo a Dios, pues, en su inocencia y rectitud, se mira, y resplandece la misma grandeza y santidad del Señor. También lo dijo Jesús: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”:  

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.

                    El que tiene un espíritu íntegro, confía siempre en la bondad de Dios y en su infinita misericordia y, camina hacia Él, con sinceridad, en el cumplimiento de la ley; y, el mismo  Dios lo acepta, complacido, saliendo con amor a su encuentro. También  está capacitado para recibir la bendición del Señor y todos sus dones de bondad y de salvación:

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de Salvación.

                    Y, en Jesús de Nazaret, vemos los creyentes, al hombre inocente y limpio por excelencia; el que siempre vivió su fe según la ley del amor, hasta defenderla con la entrega de su propia vida, pero, con la esperanza de que, Dios, nunca lo abandonaría, como así fue, ya que, LA RESURRECCIÓN de CRISTO JESÚS, se ha convertido en VIDA ETERNA para todos los redimidos.

                    Agradecidos, hoy, cantamos su victoria y la nuestra. CRISTO JESÚS, ES VIDA Y SALVACIÓN, para todos los hombres, llamados a ser SANTOS, hijos de Dios y herederos de su Reino. Y, es el mismo Jesús, el que nos introduce en la Vida Eterna, en la que, Dios Padre, se nos manifestará y “seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es”


                    Importante, para nosotros, ha de ser el experimentar, cada día, la alegría de ser hijos de Dios y hermanos de Jesús, por haber creído en Él; y, de esta manera, los que están alejados de esta felicidad, podrán descubrir en nuestro amor y en nuestro actuar, la gran fuerza salvadora de Dios, la que nos santifica y nos va conduciendo hasta la plena felicidad, de la que gozan ya TODOS LOS SANTOS en el CIELO.

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