TODOS LOS SANTOS
ESTOS SON LOS QUE
BUSCAN AL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent
Cortés O P.
Con gozo y júbilo
celebramos la fiesta de TODOS LOS SANTOS; de los que ya viven en Dios para
siempre y en comunión con nosotros, los que
peregrinamos hacia la patria definitiva. Estos bienaventurados supieron,
desde la fe y el amor a nuestro Dios y Padre y a todos los hermanos, hacer de
sus vidas, un camino de seguimiento y de búsqueda de la Verdad y el Bien, por lo
que, ahora, ya gozan de la
Vida plena junto a Cristo
Jesús, el que, con su Resurrección, nos abrió las puertas del paraíso, después
de habernos justificado con su entrega y amor. También, los SANTOS, son
nuestros intercesores, los que, con María y los Ángeles, nos ayudan a avanzar
por el camino de la vida que conduce al
cielo.
Y, al contemplar, en el Apocalipsis, la felicidad
eterna de los justos, y el gozo de la muchedumbre de fieles “de toda nación,
razas, pueblos y lenguas de pie delante del trono y del Cordero”, nos unimos a esta
liturgia de alabanza y bendición de LOS SANTOS, con el salmo 23, dando gracias
a Dios, por habernos destinado a su glorioso y excelso Reino.
Este salmo, es un himno
alegre y gozoso, que se cantaba en las subidas en procesión al Templo, donde
residía la gloria de Dios en toda su majestad y esplendor; y que, revive, la
entrada del Arca en el primer santuario de Sión. En este canto, el orante
invita a toda la tierra a alabar con alegría y acción de gracias a Yahveh, como
Rey y Señor de todo lo creado:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
El salmista, pregunta, quién podrá subir al monte del
Señor, es decir, hasta Dios, dando él mismo la respuesta. Sabe que la condición
indispensable para entrar en el santuario donde se encuentra el trono de
Yahveh, es, la pureza de corazón, que es un aspecto básico de la santidad, ya
que, todo el que es limpio de corazón está ya viendo a Dios, pues, en su
inocencia y rectitud, se mira, y resplandece la misma grandeza y santidad del
Señor. También lo dijo Jesús: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos
verán a Dios”:
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.
El que tiene un espíritu
íntegro, confía siempre en la bondad de Dios y en su infinita misericordia y,
camina hacia Él, con sinceridad, en el cumplimiento de la ley; y, el mismo Dios lo acepta, complacido, saliendo con amor
a su encuentro. También está capacitado
para recibir la bendición del Señor y todos sus dones de bondad y de salvación:
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de Salvación.
Y, en Jesús de Nazaret, vemos
los creyentes, al hombre inocente y limpio por excelencia; el que siempre vivió
su fe según la ley del amor, hasta defenderla con la entrega de su propia vida,
pero, con la esperanza de que, Dios, nunca lo abandonaría, como así fue, ya
que, LA RESURRECCIÓN
de CRISTO JESÚS, se ha convertido en VIDA ETERNA para todos los redimidos.
Agradecidos, hoy, cantamos
su victoria y la nuestra. CRISTO JESÚS, ES VIDA Y SALVACIÓN, para todos los
hombres, llamados a ser SANTOS, hijos de Dios y herederos de su Reino. Y, es el
mismo Jesús, el que nos introduce en la Vida Eterna , en la que, Dios Padre, se nos
manifestará y “seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es”
Importante, para nosotros,
ha de ser el experimentar, cada día, la alegría de ser hijos de Dios y hermanos
de Jesús, por haber creído en Él; y, de esta manera, los que están alejados de
esta felicidad, podrán descubrir en nuestro amor y en nuestro actuar, la gran fuerza
salvadora de Dios, la que nos santifica y nos va conduciendo hasta la plena
felicidad, de la que gozan ya TODOS LOS SANTOS en el CIELO.
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