DOMINGO XXIII del T.O.
(salmo responsorial)
(salmo responsorial)
OJALÁ ESCUCHÉIS HOY
SU VOZ:
NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN
Por Mª
Adelina Climent Cortés O.P.
Si Dios se goza, cuando estamos fraternalmente
reunidos en asamblea litúrgica celebrando nuestra fe, también se alegra cuando, con sincero
corazón, reconocemos nuestras debilidades y pecados y nos convertimos más a Él;
ya que, sólo viviendo en comunión de amor, se nos hace presente su salvación, la gracia que nos
diviniza y nos hace participar de su misma vida y bondad.
Del Dios, que tanto ama y
desea nuestro bien, debemos cantar y proclamar
sus maravillas y excelsitudes, para mayor alabanza de su gloria. Y, lo
hacemos, con el salmo 94, que nos ayuda, también, a tener en su presencia, una
actitud de atenta escucha y de obediencia responsable, a su Palabra, junto con
una postura humilde de rendida y profunda adoración.
El comienzo del salmo 94 es
un himno que, alegre y jubilosamente,
invita a los fieles a la alabanza de Yahveh, el Dios fiel y leal a las
promesas de la Alianza
con Israel, el pueblo que se había escogido como heredad. También
invita el salmo, a cantar y dar
gracias a Yahveh, porque, con su poder y soberanía, es la Roca firme que protege y
salva a Israel en los momentos duros y
difíciles:
Venid,
aclamemos al Señor,
demos
vítores a la Roca
que nos salva;
entremos a
su presencia dándole gracias,
aclamándolo
con cantos.
Sigue proclamando el
salmista que, con actitud de sincera adoración, hay que bendecir siempre a Yahveh, el
Dios poderoso y creador que, como pastor
solícito del pueblo, le guía y acompaña siempre, con mano firme y salvadora,
hacia su meta definitiva, la tierra prometida,
a pesar de que, Israel, se desesperó y pecó contra Él, cuando le faltó el agua en el desierto:
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo
al Señor, creador nuestro.
Porque él es
nuestro Dios
y nosotros
su pueblo,
el rebaño
que él guía.
Pero, no solamente el
salmista invita a los fieles, a la gozosa alabanza de adoración y de acción de gracias a Yahveh, el
Señor. También les invita, a vivir la propia vida de fe, de acuerdo con
lo que alaban y celebran litúrgicamente;
de esta manera, pasa a ser, el salmo,
una exhortación profética, una llamada a estar siempre atentos a la voz
del Señor Yahveh que, porque ama y quiere el bien de sus fieles, les invita a tener el corazón volcado en Él,
adoptando una postura abierta y de sincera conversión a las
exigencias de su Palabra, junto con una actitud de confianza y abandono en su
amorosa providencia:
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
“No
endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día
de Masá en el desierto:
cuando
vuestros padres me pusieron a prueba
y me
tentaron, aunque habían visto mis obras”.
Y, así como nos relata el
salmo, que el mismo Yahveh, el Dios de la Alianza , se complace en ser “el guardián de
Israel que no duerme ni reposa”. Y, también, el profeta Ezequiel nos dice que
ha sido constituido “atalaya en la casa de Israel”, teniendo como misión, escuchar la palabra de Dios para comunicarla
al pueblo, y ser el vigía incansable que vela por el bien y la vida de los
otros... En los tiempos de plenitud, los que estamos viviendo, es Cristo Jesús,
Palabra eterna del Padre, nuestro hermano mayor, guía y salvador del género
humano, el que, nos invita con su ejemplo, a estar siempre unidos, amándonos
unos a otros y ayudándonos a vivir mejor. Y, es el mismo Cristo Jesús, el que
nos exhorta, también, a estar atentos a la voz del Padre, para agradarle
haciendo su voluntad, pues, en ello, consiste nuestra propia felicidad, por ser
fruto de la paz y del gozo del Señor en nosotros.
Ideal cristiano, este, que solo conseguiremos y viviremos en
plenitud, si hacemos de nuestra vida un seguimiento de Cristo Jesús;
mediante la escucha atenta de su palabra evangélica y
recibiendo el pan eucarístico, alimento que nos fortalece, nos da vida y nos comunica alegría, hasta unirnos a
Él, en la misma comunión de amor con el Padre y el Espíritu
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