viernes, 12 de julio de 2019

Domingo XV del T. O.



DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - C

 BUSCAD AL SEÑOR, Y VIVIRÁ VUESTRO CORAZÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.

                    Dios solo quiere darnos su salvación, como su misma  vida y todo su  amor. Y  su  felicidad mayor  la  comparte  con aquellos que, con más empeño  la buscan   y la quieren acoger. Esta salvación, al  hacerla nuestra cada vez más, la manifestamos con   actos de servicio y caridad, que nos unen y nos hermanan entre sí, al mismo tiempo que nos dignifican, porque nos van asemejando más  y mejor a Dios.

                    El Deuteronomio nos exhorta a ser fieles y leales a La Alianza, fuente de gozo y felicidad, para el que la cumple y hace la voluntad de Yahveh en todo. ”EL MANDAMIENTO ESTÁ MUY CERCA DE TI: EN TU CORAZÓN Y EN TU BOCA.  CÚMPLELO”.

                    Y el salmo 68, como lamentación individual,  es la súplica de un pobre que sufre, porque se reconoce pecador, y porque quiere agradar a Dios y no puede... Y, al mismo tiempo, se siente perseguido por sus enemigos, que se  mofan de él, al saberle olvidado del Señor. Pero, también, desde  esta situación dolorosa, el yahvista vive su profunda fe, de tal manera que, su sufrimiento,  fortalece su espíritu y su confianza, llevándole a invocar  a Yahveh con toda su fuerza, por ser  el único que le puede salvar y el que nunca le fallará.  Nosotros, con el mismo  amor y la misma   confianza, nos unimos a esta oración sálmica, para cantar, agradecidos, la experiencia salvadora del Señor:

Mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión vuélvete hacia mí.

                    El salmista, que no cesa de reconocerse “pobre” y “malherido”, con esta actitud  agrada más a Yahveh, ya que, Dios, en su misterio profundo de entrega y de amor, nos ha encerrado a todos en la desobediencia, para hacernos objeto de su entrañable misericordia, la que  merece ser proclamada y alabada con cantos de gratitud:

Yo soy un pobre malherido,
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.

                    Esta confianza del salmista, se le ha convertido en seguridad plena; y lo mismo ha de ocurrir a todos aquellos, que buscan al Señor en sus angustias y sufrimientos... Y, si Yahveh, escucha a todos cuentos le invocan con fe, con más razón lo hará  con los pobres y humildes, con los que más sufren, ya que son los que,  con más predilección, ama su corazón:

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha  a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.

                    Y, también, la salvación de Dios se manifiesta en la reconstrucción de la ciudad santa, La Sión amada; y, en  todas las demás ciudades, donde habitará la gloria de Dios, y, su bendición, será heredada de generación en generación, quedando cumplida así, la promesa salvadora del Señor Yahveh:

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.


                    Y, la Promesa de las Promesas, nos la ha realizado  Dios, en su Hijo Jesucristo, don y bendición para toda la humanidad. Esta promesa del Padre en Cristo Jesús, por el Espíritu, es la que lo llevará todo a plenitud y lo hará todo nuevo, con la fuerza transformadora de su Resurrección gloriosa.

                    Pero, lo más grande de la  vida gloriosa del Señor Jesús, es que, realiza su salvación,  con la fuerza de su vida entregada en amor, humildad  y gratuidad.  Y, siempre a favor de los más sufrientes y necesitados, como nos lo relata, hoy, el Evangelio de Lucas: Jesús se convierte en el “Buen Samaritano” el que, con esmero, y atención cuida del herido y abandonado en la cuneta, hasta sanarlo e integrarlo en la sociedad que le  consideraba extranjero.

                    -”CUIDA DE ÉL Y LO QUE GASTE DE MÁS YA TE LO PAGARÉ A LA VUELTA”

                    Y, también, Cristo Jesús, no deja de reprender a los que, por no abandonar sus tareas y obligaciones, no tuvieron  misericordia con el necesitado, siendo, con ello, infieles a las exigencias de La Alianza establecida con Yahveh.

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