DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - C
BUSCAD AL SEÑOR, Y VIVIRÁ
VUESTRO CORAZÓN
Por Mª Adelina Climent Cortés O
P.
Dios solo
quiere darnos su salvación, como su misma
vida y todo su amor. Y su
felicidad mayor la comparte
con aquellos que, con más empeño
la buscan y la quieren acoger.
Esta salvación, al hacerla nuestra cada
vez más, la manifestamos con actos de
servicio y caridad, que nos unen y nos hermanan entre sí, al mismo tiempo que
nos dignifican, porque nos van asemejando más
y mejor a Dios.
El
Deuteronomio nos exhorta a ser fieles y leales a La Alianza, fuente de gozo y
felicidad, para el que la cumple y hace la voluntad de Yahveh en todo. ”EL
MANDAMIENTO ESTÁ MUY CERCA DE TI: EN TU CORAZÓN Y EN TU BOCA. CÚMPLELO”.
Y el salmo
68, como lamentación individual, es la
súplica de un pobre que sufre, porque se reconoce pecador, y porque quiere
agradar a Dios y no puede... Y, al mismo tiempo, se siente perseguido por sus
enemigos, que se mofan de él, al saberle
olvidado del Señor. Pero, también, desde
esta situación dolorosa, el yahvista vive su profunda fe, de tal manera
que, su sufrimiento, fortalece su
espíritu y su confianza, llevándole a invocar
a Yahveh con toda su fuerza, por ser
el único que le puede salvar y el que nunca le fallará. Nosotros, con el mismo amor y la misma confianza, nos unimos a esta oración
sálmica, para cantar, agradecidos, la experiencia salvadora del Señor:
Mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión vuélvete hacia mí.
El salmista,
que no cesa de reconocerse “pobre” y “malherido”, con esta actitud agrada más a Yahveh, ya que, Dios, en su
misterio profundo de entrega y de amor, nos ha encerrado a todos en la
desobediencia, para hacernos objeto de su entrañable misericordia, la que merece ser proclamada y alabada con cantos de
gratitud:
Yo soy un pobre malherido,
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Esta
confianza del salmista, se le ha convertido en seguridad plena; y lo mismo ha
de ocurrir a todos aquellos, que buscan al Señor en sus angustias y
sufrimientos... Y, si Yahveh, escucha a todos cuentos le invocan con fe, con
más razón lo hará con los pobres y
humildes, con los que más sufren, ya que son los que, con más predilección, ama su corazón:
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus
pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Y, también,
la salvación de Dios se manifiesta en la reconstrucción de la ciudad santa, La
Sión amada; y, en todas las demás
ciudades, donde habitará la gloria de Dios, y, su bendición, será heredada de
generación en generación, quedando cumplida así, la promesa salvadora del Señor
Yahveh:
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Y, la
Promesa de las Promesas, nos la ha realizado
Dios, en su Hijo Jesucristo, don y bendición para toda la humanidad.
Esta promesa del Padre en Cristo Jesús, por el Espíritu, es la que lo llevará
todo a plenitud y lo hará todo nuevo, con la fuerza transformadora de su
Resurrección gloriosa.
Pero, lo más
grande de la vida gloriosa del Señor
Jesús, es que, realiza su salvación, con
la fuerza de su vida entregada en amor, humildad y gratuidad.
Y, siempre a favor de los más sufrientes y necesitados, como nos lo
relata, hoy, el Evangelio de Lucas: Jesús se convierte en el “Buen Samaritano”
el que, con esmero, y atención cuida del herido y abandonado en la cuneta,
hasta sanarlo e integrarlo en la sociedad que le consideraba extranjero.
-”CUIDA DE
ÉL Y LO QUE GASTE DE MÁS YA TE LO PAGARÉ A LA VUELTA”
Y, también,
Cristo Jesús, no deja de reprender a los que, por no abandonar sus tareas y
obligaciones, no tuvieron misericordia
con el necesitado, siendo, con ello, infieles a las exigencias de La Alianza
establecida con Yahveh.
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