viernes, 5 de julio de 2019

Domingo XIV del T.O.-C



DOMINGO XIV DEL T. ORDINARIO - C

ACLAMAD AL SEÑOR, TIERRA ENTERA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Jesús nos dice: “ID Y DECID A LA GENTE: ESTÁ CERCA DE VOSOTROS EL REINO DE DIOS”. Y, este anuncio de Jesús, es un futuro lleno de esperanza y felicidad para la humanidad, ya que, tiene su origen, en el amor inmenso de Dios a todos los hombres y a todos los pueblos.

                    Dios nos invita a tomar parte, como hijos suyos, en las acciones salvadoras que realiza en la persona de su Hijo Jesucristo: ¡la obra más grande de su gran amor!. Y  nos llama por nuestro nombre, es decir, personalmente; nos considera sus colaboradores activos, y quiere que seamos, como  Jesús, obreros de su mies, PORQUE ES MUCHA Y ABUNDANTE Y POCOS LOS OBREROS.

                    El salmo 65, con el que ensalzamos  a Dios, es un himno de sacrificio, es decir, de alabanza  y de acción de gracias a la vez,  y canta la gloria de Dios, sus obras salvadoras, repletas de esperanza y de amor para toda la humanidad y, también, canta los portentos maravillosos de aquellos que, con su entrega generosa, han sido instrumentos salvadores y, contribuyen a hacer realidad la gran obra de Dios.

                     Este salmo, lo cantaban los desterrados cuando, desde Babilonia, volvían hacia  la libertad, a la ciudad Santa y Amada,  haciendo el retorno gozoso, con Yahveh, hacia La Paz y la alegría. Y, porque, los había liberado de la esclavitud, ahora, le aclamaban con canciones de gozo y con músicas jubilosas, vitoreando  la gloria y el poder del Señor:
                                                                                                                    
Aclamad al Señor, tierra entera,
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria;
decid a Dios: “Qué temibles son tus obras”.

                    Las subidas del Señor a Jerusalén con su pueblo, entre gritos y cantos, hacían estremecer hasta la misma tierra, que prorrumpía en aclamaciones de gozo, por las  maravillas que Dios realizaba con los suyos. Portentos, que, también tienen que conocerlos los demás pueblos, para que, uniéndose a la alabanza,  bendigan a Yahveh, por sus acciones y proezas a favor de todos los hombres:

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.

                    La gloria de Dios y su poder, llega a tanto, que trasforma el mar en  tierra firme. Así de eficaz y simbólica, es la ayuda de Yahveh para con los suyos.  Y, además, su ayuda es definitiva; es un don escatológico y salvador, que, desde Jerusalén, llega a todos los pueblos del orbe:

Transformó el mar en tierra firme,
a  pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente.

                    Dios realizaba, también, sus portentos por medio de sus profetas, como lo hizo con Moisés y otros; Más tarde, sigue eligiendo a otros colaboradores, con el fin de seguir bendiciendo a su pueblo, al que nunca deja de amar y de favorecer:                                                                                                                                                                                                                                     

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica.
ni me retiró su favor.


                     Más, la acción redentora de Cristo Jesús, despliega su poder salvador en nuestra Historia y en nuestras vidas. Y, el cristiano, recibe y proclama esta salvación en la comunidad eclesial, con el fin de comunicarla a los demás:

                    “DESIGNÓ EL SEÑOR A OTROS SETENTA Y DOS y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir él”.

                    Nuestra misión, como cristianos, es seguir a Jesucristo, dando testimonio con nuestra vida y anunciando la verdad evangélica, porque, solo así,  llenaremos nuestro mundo de su paz; que no es como el mundo la quiere recibir, sino como nos la dio Cristo Jesús. La Paz, que brota del amor sacrificado de Jesús en la cruz,  y de su bondad y misericordia con el débil y el afligido... Es la paz, que ha de llenar de esperanza y de alegría nuestro mundo; la paz, que todos deseamos; la paz característica del Reinado de Dios.

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