NAVIDAD.
MISA DE LA VIGILIA
CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P.
El gran
privilegio de Israel, el pueblo elegido de Yahveh, es haber entrado en Alianza
con su Dios: “si tú eres mi pueblo yo seré tu Dios”. Y, aunque pueda decirse,
que esta Alianza rara vez fue cumplida por parte del pueblo, siempre lo fue por
parte de Dios, que es fiel y leal a sus promesas de salvación.
Y, porque, este amor
sincero, fiel y leal de Dios, merece nuestro sentido agradecimiento, lo
expresamos sinceramente con el salmo
88, en el que cantamos LA ALIANZA ETERNA DE DIOS, renovada con David, a favor
de todos los hombres, diciendo:
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: ”Tu misericordia es un edificio eterno,
Más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
Por esta Alianza de Dios,
el rey David, el primero de todos los reyes de Israel, dirá siempre, que la
misericordia del Señor nunca le retirará su favor, que irá cumpliendo con fidelidad su promesa de salvación hasta
alcanzar su plenitud en EL MESÍAS JESÚS, de su propio linaje: “Y Jacob engendró
a José el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”:
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
“Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades”.
Israel está gozoso y
agradecido, como pueblo, por ser objeto de la predilección y especial elección
de su Dios, y, también se siente orgulloso, por la fuerza y protección que
siempre recibe de Yahveh, a través de su Rey, signo de su presencia en medio
del pueblo; lo que le mueve a pensar y decir que, en la tierra, no hay otro Dios como el de Israel:
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, Oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
Más, porque la elección y
unción de David y su dinastía, serán incondicionadas, duraderas, debido a la
fidelidad y lealtad del amor de Dios;
será el mismo Yahveh, quien actuará en la persona del Rey, con su fuerza
protectora, su valor y su victoria; quedando introducido, de esta manera, en la
esfera de lo divino, por lo que puede decir: “tú eres mi padre”, lo que, le
posibilita, ser heredero:
Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable.
Y, LA FIESTA
DE LA NAVIDAD, que con gran gozo comenzamos a celebrar, es un testimonio tierno
y conmovedor de cómo, La Alianza de Dios, renovada y sellada con David en una
promesa de descendencia, es una ALIANZA ETERNA a favor, no sólo de Israel,
sino, de los hombres de todos los
pueblo.
Porque, en
Jesús, EL MESÍAS ESPERADO, que da
cumplimiento a las profecías al
visitarnos con su salvación, “el hijo de David”, la gran promesa consoladora de
Dios a los hombres, se ha hecho realidad plena en beneficio de la humanidad
entera, pero no de manera espontánea o casual, sino que, del árbol frondoso de
generaciones y generaciones, sostenidas y alentadas por Yahveh en el anhelo y
la esperanza, BROTA EL RETOÑO DE JESÚS, primogénito de una humanidad nueva; y
que, por ser el autor de La Nueva y Eterna Alianza, inaugura el tiempo de la vida, de la paz y de la
gloria para todos:
“Cuando José
se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor, y se llevó a casa
a su mujer. Y, sin que él hubiera tenido relaciones con ella, dio a luz un
hijo, y él le puso por nombre Jesús”, “porque Él SALVARÁ A SU PUEBLO DE LOS
PECADOS.
Que, de verdad, sepamos
cantar en el gozo inmenso de La Navidad, las maravillas y misericordias de
Dios, contemplando, sobrecogidos y exultantes, su gloria, en la humanidad y
pequeñez de Jesús, nuestro Rey y Salvador.
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