DOMINGO II DE ADVIENTO - B
MUÉSTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA
Y DANOS TU SALVACIÓN
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Se nos anuncia LA CERCANÍA DE LA SALVACIÓN
DE DIOS, y se nos dice que “SE REVELARÁ LA GLORIA DEL SEÑOR”. Esta Buena Noticia, que lleva consigo gozo y consuelo,
nos hace anhelar y desear su
presencia entre nosotros. Y nuestra fe
en su bondad, nos mueve a una profunda
oración que nos hace clamar:
“Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”
Con esta súplica, hemos iniciado el canto
meditativo del salmo 84, con el fin de ensalzar a nuestro Dios, siempre fiel a
sus promesas de salvación. Este salmo,
es un anuncio de paz dirigido a Israel, después de haber expiado su infidelidad
a Yahveh en el destierro; y la paz que anuncia el profeta al pueblo, es fruto del perdón y de la
misericordia del Señor, que quiere consolar a los que nunca ha dejado de amar.
Y, es el salmista, el que recoge los sentimientos
de Yahveh para con su pueblo, en forma de oráculo, y que transmite a la
asamblea litúrgica, dentro de una
celebración cúltica:
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
Este oráculo de paz y de bienestar
espiritual será posible para Israel,
porque, de nuevo, la gloria de Dios habitará entre ellos y residirá en
Sión, en el templo de todos. Y, la
misericordia, la justicia, la fidelidad y el amor, atributos derivados de la
bondad divina, y que lleva consigo LA
SALVACIÓN, estarán también entre nosotros y lograrán la felicidad de todos los
vivientes. Y, hasta la tierra florecerá y dará sus frutos, como signo
visible de la unidad, la concordia y el buen entendimiento que reinará entre
cielo y tierra:
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la
justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marcha ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
De nuevo, está el Señor para llegar, como triunfo definitivo de su
misericordia; y, también, cuando “las nubes lluevan al justo”, entonces
“nuestra tierra dará su fruto”
Más, lo que fue solo promesa hasta ahora, se ha hecho realidad en Cristo
Jesús, el Hijo de Dios, nacido de María Virgen en un pobre y humilde pesebre de Belén, y, cuya venida, en carne
mortal, nosotros celebraremos con gozo. Porque, la gloria de Dios, y esta vez
en plenitud, ha venido a nuestra tierra, ha
acampado entre nosotros, y nos
ha llenado de su paz; y con la paz, nos ha traído su amor, su justicia, su
verdad y su consuelo:
Decía Juan el Bautista, su precursor: “Yo os bautizo con agua, pero Él
os bautizará con ESPÍRITU SANTO”
Es LA GLORIA DE DIOS que todos hemos de
acoger, hacer nuestra, y conservarla siempre. Gloria, que hemos de dar a conocer a los demás, para que todos
podamos salir de la esclavitud del pecado en que vivimos y gozar de la libertad
plena de los hijos de Dios, hasta que acontezca su venida definitiva y
acabada, la del HIJO DEL HOMBRE, en
gloria y majestad, y nos introduzca, para siempre, en la mansión eterna, en el
reino y la gloria de nuestro Padre Dios.
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