DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO - A
MI
ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MIO
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P
.
En la íntima, gozosa y sincera búsqueda de
Dios, se nos da y le acogemos como sabiduría; más aún, como la misma SABIDURÍA,
que nos ayuda a vivir en saludable tensión de futuro, para acertar con lo
verdadero, lo justo, lo más importante, lo que vale la pena; es decir, con lo mejor. Pero, sobre todo, el don de la
sabiduría, preparará nuestra inteligencia para permanecer y perseverar en la
espera del novio, JESUCRISTO, que nos introducirá en su REINO, la patria
definitiva de todos, donde tendrán lugar sus bodas nupciales con La Humanidad y
donde, el banquete preparado por Dios para la fiesta será eterno, pues
gozaremos con Él para siempre.
Buscando y anhelando esta gozosa intimidad con
nuestro Dios y Señor, en profunda oración, meditamos y cantamos el salmo
62; salmo, que recoge nuestro deseo profundo de estar con Él, habitados por su presencia,
y de vivir solo para Él, rodeados de su cariño y amor.
En este salmo, de súplica y confianza
individual, el orante, que ha vivido alejado del templo, a causa de sus
enemigos y adversarios, suspira por contemplar de nuevo a su Dios, Yahveh, en
el santuario, donde, llevado por el ardiente deseo de apagar la sed de su
espíritu, espera saciarse de la vida y felicidad de su Señor:
Oh
Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi
alma está sedienta de ti;
mi
carne tiene ansia de ti,
como
tierra reseca, agotada, sin agua.
Y, el salmista, que tiene puesta su delicia en
el Señor, ansía ser siempre su huésped, porque, alabarle y contemplarle, gozar
y estar con Él, es vivir la vida según La Alianza; es decir, en desbordante
alegría y plenitud:
¡Cómo
te contemplaba en el santuario
viendo
tu fuerza y tu gloria!
Tu
gracia vale más que la vida,
te
alabarán mis labios.
Los deseos de amar a su Dios Yahveh, y las
ansias de participar de su vida y felicidad, que brotan de lo más hondo de su
corazón, son ya realidad para el
yahvista, que la vive como experiencia plena, y con la alegría que desborda agradecimiento:
Toda
mi vida te bendeciré
y
alzaré las manos invocándote.
Me
saciaré como de enjundia y de manteca
y mis
labios te alabarán jubilosos.
Es tanto el deseo de Dios en el salmista, que,
solo puede hacer su vida recordando a su
Señor Yahveh, del que recibe el auxilio necesario en las dificultades
cotidianas de su existir, por lo que, siempre, ha de alabarle y ensalzarle con cantos de júbilo:
En el
lecho me acuerdo de ti
y
velando medito en ti,
porque
fuiste mi auxilio,
y a
la sombra de tus alas canto con júbilo.
De este Dios, FUENTE DE SABIDURÍA, estamos
verdaderamente sedientos y, porque, a Él buscamos con anhelo, en el templo y en
todos los momentos de nuestra existencia, se nos revela y comunica a nosotros,
los cristianos, en su HIJO JESUCRISTO, SABIDURÍA DEL PADRE, vida, meta, luz y salvación nuestra; al que debemos
seguir, con empeño y radicalidad, hasta lograr vivir en comunión de amor con
Él.
Seguimiento de Jesucristo, que ha de orientar toda nuestra vida,
en la escucha de su palabra evangélica, hacia el cumplimiento de la voluntad
del Padre; y que, por tanto, requiere de nuestra parte, una atención sabia y
vigilante para descubrir y sentir su presencia en los acontecimientos de
nuestra vida
Por eso, no debe sucedernos lo que, en la
parábola evangélica de hoy, ocurrió a las cinco doncellas que no tenían las
lámparas preparadas. “Mientras iban a comprar el aceite, llegó el Esposo y las
que estaban preparadas entraron con Él al banquete de las bodas y se cerró la
puerta”. Por tanto nos advierte: VELAD, PORQUE
NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA.”
Y, será, en el seguimiento de Jesús, EL ESPOSO, donde
encontraremos LA SABIDURIA necesaria para vivir y perseverar en la vigilancia y
espera escatológica; ya que, Él, siempre saldrá gozoso a nuestro encuentro,
para darnos La Vida Eterna, nuestra felicidad en Dios.
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