domingo, 12 de noviembre de 2017

Domingo XXXII del T.O.-A


DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO - A

MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MIO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P
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                     En la íntima, gozosa y sincera búsqueda de Dios, se nos da y le acogemos como sabiduría; más aún, como la misma SABIDURÍA, que nos ayuda a vivir en saludable tensión de futuro, para acertar con lo verdadero, lo justo, lo más importante, lo que vale la pena; es decir,  con lo mejor. Pero, sobre todo, el don de la sabiduría, preparará nuestra inteligencia para permanecer y perseverar en la espera del novio, JESUCRISTO, que nos introducirá en su REINO, la patria definitiva de todos, donde tendrán lugar sus bodas nupciales con La Humanidad y donde, el banquete preparado por Dios para la fiesta será eterno, pues gozaremos con Él para siempre.

                    Buscando y anhelando esta gozosa intimidad con nuestro Dios y Señor, en profunda oración, meditamos y cantamos el salmo 62;  salmo, que recoge nuestro deseo profundo  de estar con Él, habitados por su presencia, y de vivir solo para Él, rodeados de su cariño y amor.

                    En este salmo, de súplica y confianza individual, el orante, que ha vivido alejado del templo, a causa de sus enemigos y adversarios, suspira por contemplar de nuevo a su Dios, Yahveh, en el santuario, donde, llevado por el ardiente deseo de apagar la sed de su espíritu, espera saciarse de la vida y felicidad de su Señor:

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agotada, sin agua.

                    Y, el salmista, que tiene puesta su delicia en el Señor, ansía ser siempre su huésped, porque, alabarle y contemplarle, gozar y estar con Él, es vivir la vida según La Alianza; es decir, en desbordante alegría  y plenitud:

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

                    Los deseos de amar a su Dios Yahveh, y las ansias de participar de su vida y felicidad, que brotan de lo más hondo de su corazón, son  ya realidad para el yahvista, que la vive como experiencia plena, y con la alegría  que desborda agradecimiento:

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca
y mis labios te alabarán jubilosos.

                    Es tanto el deseo de Dios en el salmista, que, solo puede hacer su vida recordando a su  Señor Yahveh, del que recibe el auxilio necesario en las dificultades cotidianas de su existir, por lo que, siempre, ha de alabarle  y ensalzarle con cantos de júbilo:  

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.

                    De este Dios, FUENTE DE SABIDURÍA, estamos verdaderamente sedientos y, porque, a Él buscamos con anhelo, en el templo y en todos los momentos de nuestra existencia, se nos revela y comunica a nosotros, los cristianos, en su HIJO JESUCRISTO, SABIDURÍA DEL PADRE, vida,  meta, luz y salvación nuestra; al que debemos seguir, con empeño y radicalidad, hasta lograr vivir en comunión de amor con Él.

                    Seguimiento de Jesucristo, que ha de orientar toda nuestra vida, en la escucha de su palabra evangélica, hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre; y que, por tanto, requiere de nuestra parte, una atención sabia y vigilante para descubrir y sentir su presencia en los acontecimientos de nuestra vida

                    Por eso, no debe sucedernos lo que, en la parábola evangélica de hoy, ocurrió a las cinco doncellas que no tenían las lámparas preparadas. “Mientras iban a comprar el aceite, llegó el Esposo y las que estaban preparadas entraron con Él al banquete de las bodas y se cerró la puerta”. Por tanto nos advierte: VELAD, PORQUE  NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA.”


                   Y, será, en el seguimiento de Jesús, EL ESPOSO, donde encontraremos LA SABIDURIA necesaria para vivir y perseverar en la vigilancia y espera escatológica; ya que, Él, siempre saldrá gozoso a nuestro encuentro, para darnos La Vida Eterna, nuestra felicidad en Dios.

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