DOMINGO XXXI DEL T. ORDINARIO - A
GUARDA MI ALMA EN LA
PAZ, JUNTO A TI, SEÑOR
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P.
C reer en Dios, amarle y
tenerle por Padre, nos ha de llevar a
una felicidad y, a un abandono amoroso y filial; a dejar confiados nuestros
cuidados, deseos y ansiedades en sus manos protectoras, hasta anteponer el
cumplimiento de su voluntad a todos nuestros afanes terrenos, ya que, esto, nos
ayudará a vivir en el sano y gozoso equilibrio de una auténtica entrega, en fe
y humildad.
Y, porque así lo creemos y
anhelamos, queriendo llenar nuestro corazón de esperanza, de amor y de paz, se lo decimos y cantamos a Dios, nuestro Padre, con el salmo 130.
Este breve y bello poema,
sublime y profundo a la vez, y que, pertenece a la serie de los salmos de “las
subidas” narra la experiencia viva de
un israelita creyente que, siendo fiel y seguro servidor de la religión de sus
padres, debido a un ambiente lleno de
desdichas y dificultades en el que vive, descubre que, lo mejor y mas autentico ante su Dios Yahveh, al
que desea serle fiel, es vivir su fe adoptando una actitud humilde,
sencilla y confiada, y, a la vez, audaz, servicial y entregada a los designios de su voluntad, desde la paz que
experimenta un niño que, en brazos de su madre, busca y anhela su ternura
maternal
Señor,
mi corazón no es ambicioso,
ni
mis ojos altaneros;
no
pretendo grandezas
que
superan mi capacidad.
El salmista, que vive su
fidelidad al Señor, desde la confianza filial y en el hondo conocimiento de saberse en los brazos maternales de Yahveh,
el Dios que siempre protege y salva; también logra satisfacer sus deseos de
esperanza plena y de una paz gozosa sin termino, que fluyen de la misma
presencia y cercanía del Señor.
Pero el orante yahvista,
que, también da un sentido comunitario al salmo, quiere que, esta paz duradera
que experimenta como fruto de vivir su fe, humilde y servicialmente junto a su Dios,
igualmente la desee y espere Israel, el pueblo escogido por Yahveh como heredad
suya.
Sino
que acallo y modero mis deseos,
como
un niño en brazos de su madre.
Espere Israel
en el Señor,
ahora
y por siempre.
Así, el fiel servidor y
auténtico yahvista del salmo, se nos
manifiesta como la respuesta sincera y modélica a la dura crítica que,
Malaquías, en la primera lectura bíblica de La Eucaristía, hace de los
sacerdotes, por haber descuidado sus funciones ministeriales, anulando y
profanando la alianza de sus padres con Yahveh, apartándose del camino justo y
haciendo tropezar a muchos contra la ley. También, por no haber dado gloria al
nombre de Yahveh y haber despojado al prójimo; invalidando, de esta manera, la
auténtica práctica religiosa, que se funda en la experiencia del único Dios, y
Padre de todos.
Con todo, es Cristo Jesús,
sin duda alguna, desde un abandono
amoroso filial y total en manos de su Dios y Padre, el que cumple plena y
maravillosamente su voluntad salvadora, haciendo en todo momento lo que más le
agrada, desde una vida sencilla, humilde y sin pretensiones; desde una
entrega amorosa y servicial por el bien de todos los hombres, a los que,
por medio de su muerte y resurrección gloriosa, los hace hermanos suyos e hijos
del Padre Dios.
En la lectura evangélica
nos aconseja: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque UNO
SOLO ES VUESTRO MAESTRO Y TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS”.
“Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque UNO
SOLO ES VUESTRO PADRE, EL DEL CIELO”.
Se nos invita, pues, a vivir nuestra fe desde la sencillez y la
humildad, pero con la audacia y generosidad que nos viene de sentirnos y ser
hijos amados de Dios, seguidores de Cristo Jesús y hermanos de todos los
hombres; de tal manera que, nuestro ser y actuar, ha de corresponder con la fe que profesamos y
oramos. Vida de fe, la nuestra, que, alimentada por el pan de la palabra
evangélica que escuchamos, y
fortalecida por el pan eucarístico que comulgamos, nos ha de convertir en
auténticos testimonios del Reino.
Que nuestra humilde y
sencilla oración, sea pues, hoy y siempre, como la del yahvista fiel y orante:
No hay comentarios:
Publicar un comentario