sábado, 30 de septiembre de 2017

domingo XXVI-ciclo A


DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO - A

RECUERDA, SEÑOR, QUE TU MISERICORDIA ES ETERNA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La bondad y la condescendencia de Dios nos invitan a buscar, con fidelidad y lealtad, sus caminos, las sendas de su amorosa providencia, que han de llevarnos a una sincera y profunda conversión, y a planear nuestra vida según la ley y los mandatos que nos enseñó, acogiendo con gozo y alegría su salvación.

                    A este Dios, tan rico en misericordia y compasión; al que acudimos en nuestras angustias y necesidades, porque es amor, bondad y paz para nuestro corazón, con alegría y esperanza, le cantamos  el salmo 24, buscando su auxilio y perdón y la gracia de hacer nuestra su justicia y su salvación.

                    El salmo 24, de súplica confiada y esperanzada, relata la situación de un israelita, que es  presa de su desgracia, pues ha cometido un delito contra su Señor Yahveh; motivo por el que se ve tremendamente  despreciado y perseguido por sus enemigos. No obstante,  de esta situación difícil y angustiosa, espera liberarse el orante, con el auxilio y la misericordia del mismo Dios y Señor, siempre fiel a  cuantos le invocan.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.

                    El salmista quiere, que Yahveh, su Dios, recuerde sus atributos y las bondades de su corazón, con las que asiste y auxilia a los fieles que, humildemente le invocan y esperan  su misericordia, con el fin de obligarle a que, de igual modo, atienda su súplica,  perdonando sus faltas y pecados, pues, de lo contrario, dejaría de comportarse como lo que es,  el Dios leal y fiel a la alianza con su pueblo, que acoge y salva siempre:

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia, son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

                    Pero la misericordia de Yahveh, que, es también, su justicia y lealtad, sólo se fija en los humildes y en los que le honran, por ser los que le son fieles y cumplen sus mandatos. Es por lo que, el salmista, quiere conocer en plenitud, los caminos de Yahvé su Dios, y ser de los que le agradan y confían en su salvación:

El Señor es bueno y es recto
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.


                    Verdaderamente, son admirables los deseos de conversión que tiene el salmista y que expresa  a su Dios, Yahveh, con tanta confianza y vehemencia,  desde una fe, humilde y sincera. Y, porque, su ejemplo nos cautiva y arrastra de manera considerable, también, de nuestro interior, ha de brotar  esta sencilla oración: “Muéstranos, Señor, tus caminos y danos tu salvación”.

                    Y los caminos del Señor, para nosotros, son el mismo CRISTO JESÚS, el que, CON EL EJEMPLO DE SU OBEDIENCIA y su donación amorosa, HA REALIZADO LA VOLUNTAD DEL PADRE Y LA SALVACIÓN PLENA DE TODOS LOS HOMBRES.

                    Y, es el mismo Jesús el que nos enseña, en el evangelio, que la fe es una obediencia a los designios amorosos de Dios: …”Vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no lo creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas lo creyeron. Y aún después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni lo creísteis”


                    Vivamos, pues, atentos a las enseñanzas de Jesús, CAMINO DE JUSTICIA Y MISERICORDIA para todos nosotros, los hombres. Camino, que implica la continua aceptación amorosa de los designios del Padre hasta morir en La Cruz Redentora. De manera tal, que, nuestra salvación, ha de ser fruto, también, de una sincera conversión a su palabra evangélica, que, sin duda, ha de dar paso a una vida  ejemplar y responsable de amor y de servicio a Dios y a nuestros hermanos los hombres.

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