SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
CONTAD A LOS PUEBLOS LAS MARAVILLAS DEL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Ensalzamos, en su fiesta,
la figura de DOMINGO DE GUZMÁN,
con gozo, solemnidad litúrgica,
y afecto filial, por ser signo, en La Iglesia, de una mentalidad nueva y universal. Pues, Domingo, como estrella
mañanera, con su vida y misión, pudo iluminar el horizonte conocido hasta
entonces, abriendo caminos de luz, de vida nueva y de esperanza; senderos de amor y de paz. Y, porque, el
afán de Domingo fue predicar a Cristo y dar a conocer su evangelio, se
le pueden aplicar las palabras de
Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia
la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu
Dios es Rey”
Y, como, en esta
celebración litúrgica de Sto. Domingo de Guzmán, recordamos, que el fuego de la
palabra evangélica siempre estuvo en su boca y su gran pasión fue predicar,
trabajar y acrecentar el Reinado, la
gloriosa victoria de nuestro Dios, Rey y Señor del universo; también, nosotros,
con espíritu evangelizador, alabamos a
nuestro Dios, Rey del universo,
cantando el salmo 95
Es, este, un hermoso salmo
hímnico, de los tiempos del posexílico, que invita a cantar a Yahveh, por su
grandeza y poderío, como Rey de todos
los pueblos, pero, de una manera
alegre, gozosa y nueva, no conocida hasta entonces; es decir, con un sentido
cósmico y una dimensión histórica y universal:
Cantad
al Señor un cántico nuevo;
cantad
al Señor toda la tierra;
cantad
al Señor, bendecid su nombre;
proclamad
día tras día su victoria.
Quiere, también, el fiel
israelita, que todos los pueblos,
reconozcan la grandeza y majestad de su Dios, Yahveh, que, desde su Santo
Templo, llena toda la tierra, con la belleza de su majestad y el esplendor de
su gloria:
Contad a los pueblos su gloria,
sus
maravillas a todas las naciones.
Y, la fe del salmista en su Dios, Yahveh, y en su poder
salvífico es tan grande, que sigue invitando, sin tregua alguna, a todos los
pueblos, para que, también, puedan rendirle el homenaje y la pleitesía que se
merece:
Familias
de los pueblos, aclamad al Señor;
aclamad
la gloria y el poder del Señor,
aclamad
la gloria del nombre del Señor.
Pues, si el Reinado del
Señor Yahveh sobre todo lo creado, es La Buena Noticia que todos los pueblos
han de acoger con alegría; y, si, su Señorío llena el universo, también toda la creación ha de reconocer su poder y
soberanía:
Decid
a los pueblos: “El Señor es rey”;
Él
afianzó el orbe, y no se moverá;
Ël
gobierna los pueblos rectamente
Mas, como el Reinado de
Dios, que es, su justicia y fidelidad entre nosotros, ha de quedar instaurado
en plenitud, será el mismo Jesús de Nazaret, el que lo hará núcleo de su
predicación, invitando, a todos, a la
conversión, y, a creer en su evangelio.
Y, en este seguimiento de Cristo Jesús, sobresale la figura
egregia de DOMINGO DE GUZMÁN, TESTIGO Y
SERVIDOR FIEL DE LA VERDAD EVANGÉLICA en humildad y pobreza de espíritu.
Siempre alegre, ecuánime y muy querido
de todos, pues él amaba a todos, vivió preocupado por la salvación de los más
alejados de la fe, por los que, con gran dolor y ternura de corazón clamaba:
Señor, ¿qué será de los pecadores?.
Así, movido, por la compasión hacia los más pobres, débiles y
desgraciados, no cesó de predicar La Buena Noticia de La Salvación de Dios,
combatiendo con ahínco, la herejía de los albigenses, desde la luz de LA
SABIDURÍA y LA VERDAD, que extraía de los libros sagrados. Más, siempre,
sembrando alegría y paz por doquier, hasta crear ilusión y esperanza desde la
mentalidad nueva, desafiante y universal que él vislumbraba y que, poco a poco,
se iría consolidando en La Iglesia:
Siguiendo sus huellas y con
el mismo espíritu, en tensión por ser vanguardia y estar en las nuevas fronteras, predican sus hijos, LOS
DOMINICOS, toda LA FAMILIA DOMINICANA,
la fe cristiana, para que, Cristo Jesús, sea conocido por todos. Más, siempre trabajando por un mundo mejor, donde
pueda aflorar la justicia, la paz, y todos los valores del Reino. Misión que realizan,
desde una vida en comunión fraterna, cimentada en el estudio de La Palabra y la
asidua oración, con el fin de entregar
a los demás, los frutos de la contemplación.
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