DOMINGO XXIII DEL T. ORDINARIO - C
SEÑOR, TÚ HAS SIDO NUESTRO REFUGIO
DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN
Por Mª Adelina Climent Cortés O P.
Nos acogemos al Señor, “nuestro refugio”, porque de esta manera le
seguimos mejor, estando y viviendo con Él, hasta hacer nuestra su
salvación. Y, si nos queremos acoger a
Él, es porque, tenemos la
seguridad de que nunca nos deja solos en el camino de la vida, y porque es, nuestro mejor compañero de viaje, el que más se preocupa de lo nuestro, de que seamos felices. Nos ha dado la vida, como su mejor regalo, para que la gocemos en
plenitud; y, lo mejor que podemos hacer, es reconocer, con agradecimiento, el
amor tan inmenso que nos tiene a todos y a cada uno en particular y confiar
siempre en que, su ayuda, nunca nos
faltará.
El salmo 89, que es un salmo sapiencial, nos pone alerta sobre la
brevedad de la vida humana y nos urge a pedir a Yahveh, el Señor, la auténtica
Sabiduría, LA SABIDURÍA DEL CORAZÓN, que es la que nos puede hacer felices y
llenarnos de consuelo, porque es, la que viene del ESPÍRITU SANTO, la que
procede del Cielo.
Si la sabiduría humana del salmo, que surge de la cultura griega, nos
señala la brevedad y caducidad de la vida. La sabiduría de Dios, la sabiduría
bíblica, nos muestra los caminos seguros,
rectos y salvadores, que nos
conducen al Señor, al Dios que siempre nos ama, y que, buscando nuestro bien, nos va familiarizando con su misma manera de
pensar y sentir, la que nos enseña a
mirar al cielo, donde todo es y será eterno, glorioso y feliz:
Tú reduces al hombre a polvo,
diciendo: “Retornad, hijos de Adán”
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó,
una vela nocturna.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva;
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
El salmista, se dirige ahora a
Yahveh, de una manera muy sensata, pidiéndole
les enseñe lo que solo Él conoce mejor,
y, de esta manera, sabrán cómo agradarle y cumplir
su voluntad como lo desea siempre. Y, le recuerda, a la vez, que no deje de ser
“nuestro refugio” y guía, ya que los israelitas, y todos nosotros, nos sentimos movidos por una
presencia que nos sobrepasa, y que es, SU ESPÍRITU, el que nos ha de
guiar y acompañar siempre:
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos.
Y, de manera más sencilla y práctica, recuerda el salmista a Yahveh, lo
que desea haga siempre con ellos, que
es, llenarlos de su
misericordia, para estar repletos del gozo divino desde la mañana y poder
manifestarle, durante el día, la dicha de pertenecerle, ya que, la bondad de Dios da plenitud a las
obras que realizan:
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo;
baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Y, todos nosotros, los cristianos,
continuamos caminando con Dios, en el seguimiento de Cristo Jesús, que,
también requiere esfuerzo y está lleno de dificultades y exigencias. Pero, ésta
es, nuestra única y principal
tarea, de manera que, todo lo demás,
para el cristiano, ha de quedar relegado a segundo término.
El seguimiento de Cristo Jesús nos ha de ayudar a intentar vivir la vida
de la misma manera que él la vivió: agradando al Padre, cumpliendo hasta el
extremo su voluntad; y, en segundo lugar,
haciendo de su vida una entrega llena de amor y de servicio a los demás,
con especial atención a los más sencillos y necesitados. Y todo esto, que nos
puede acarrear sufrimiento y fracaso, y de hecho así es, ha de ser aceptado con agrado, porque únicamente, de esta
manera, podremos cargar con su
cruz, la de Cristo Jesús, y aliviar su
sufrimiento:
“QUIEN NO LLEVE SU CRUZ DETRÁS DE MÍ, NO PUEDE SER DISCÍPULO MÍO”
También, con nuestro testimonio de vida, hemos de ser motivo de
atracción, para que otros puedan unirse a Cristo Jesús y acoger su salvación,
haciendo de ella su felicidad, ya que, viviendo en su seguimiento, nos vamos
transformando en Él, llevando a plenitud el mismo Reino de Dios, donde será el gozo y la vida eterna.
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