DOMINGO V DE CUARESMA - C
EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON
NOSOTROS
Y ESTAMOS ALEGRES
Por Mª Adelina Climent Cortés
O.P.
Saber y experimentar que el Señor ha estado grande con nosotros, es
haber notado y probado que ALGO NUEVO SE ESTÁ REALIZANDO EN NOSOTROS Y EN TODA
LA CREACIÓN; un comienzo de “VIDA NUEVA” que lo transformará todo en plenitud y
eternidad. Y, esto, hay que cantarlo, proclamarlo y darlo a conocer con gozo.
Así lo hace el salmo 125, que, mirando con alegría la vuelta del exilio
de Israel, canta con entusiasmo la bondad creadora y salvadora de Yahveh. Y, a esta
alegría gozosa del pueblo, nos unimos en oración y alabanza al Dios
Bueno, como meta y felicidad de nuestras vidas.
Este salmo de peregrinación, es un
jubiloso “canto de las subidas”, con una súplica confiada y de acción de
gracias a Yahveh, por sus intervenciones salvíficas para con Israel, su pueblo elegido, entre las que destaca, la gesta maravillosa y liberadora del exílio babilónico, seguida de
la restauración de la ciudad de Jerusalén con su Templo:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Los gentiles, también comentaron, admirados, el evento salvífico de
Yahveh para con su pueblo, reconociendo, de esta manera, su grandeza y poderío,
por lo que, esto fue, un motivo más, de alegría y felicidad para Israel:
Hasta los gentiles decían:
“El Señor
ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Así, la fe en Yahveh y en su salvación, se convierte en una súplica
sincera, porque, si Dios ha estado siempre de parte de sus fieles, de igual
manera lo seguirá estando, hasta que cambie definitivamente la suerte del
pueblo, y quede transformado lo árido
y seco en fértil y florido, con la
alegría y el gozo que da el esforzado trabajo del campo, cuando produce los
frutos dorados apetecidos:
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
El paso de la esclavitud de Israel en el destierro de Babilonia, a la
libertad, y su retorno a la patria
amada, es figura de la salvación gozosa, que experimentamos los cristianos con
el agua regeneradora del bautismo que, de pecadores nos convierte en verdaderos
hijos de Dios. Salvación, que se nos concede en Cristo Jesús, por su
muerte y resurrección gloriosa:
“Jesús dijo a la mujer: -TAMPOCO YO TE CONDENO. ANDA Y EN ADELANTE NO
PEQUES MÁS”
Este evento, si que ha cambiado definitivamente nuestra suerte, y
de esto deberían, admirarse,
también, los no creyentes, hasta reconocer la grandeza de un Dios que, con su
amor y donación, destruye la muerte y
el pecado que nos esclavizan y separan
de su bondadosa misericordia; y que, en cambio, nos conduce
a un camino seguro de conversión, donde
es fácil encontrar su salvación y su gracia, EL AGUA FECUNDA QUE HARÁ GERMINAR
NUESTRAS VIDAS, hasta dar frutos de buenas obras, y de bendición eterna
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