domingo, 10 de enero de 2016

Bautismo del Señor



EL BAUTISMO DEL SEÑOR – C


BENDICE ALMA MÍA AL SEÑOR
¡DIOS MIO, QUÉ GRANDE ERES!

Por Mª Adelina Climent Cortés OP.


                    Estalla en plenitud la manifestación mesiánica y gloriosa de Jesús. Relata Lucas en su Evangelio: sucedió  que  “en un bautismo general, también Jesús se bautizó. Y, MIENTRAS ORABA, SE ABRIÓ EL CIELO, BAJÓ EL ESPÍRITU SANTO EN FORMA DE PALOMA, Y VINO UNA VOZ DEL CIELO: “TU ERES MI HIJO,  EL AMADO; EL PREDILECTO”.

                    Y, porque este domingo celebramos litúrgicamente y con alegría esta Fiesta del Bautismo de Jesús, ya adulto, en la que se nos revela su gloria y majestad, con sumo gozo le bendecimos y aclamamos, cantando el salmo responsorial 103.

                    Este salmo, es un Himno luminoso y festivo que ensalza al Señor Yahveh como Rey del Universo. Un  poema, que canta la belleza y hermosura de La Creación, tratando de descubrir al mismo tiempo, que esta obra suya, tan grandiosa y sublime, sostiene el designio amoroso y divino de su corazón, para con los hombres: la plenitud de su Gracia y La Sabiduría de su Salvación.

                    El poema, se apoya en  el relato del Génesis, capítulo1, lo que demuestra, que su composición es reciente, en torno al Exílio o al inmediato posexílio

                    Comienza el poema invitándose el salmista a alabar y bendecir al Señor Yahveh, su Dios, admirando su grandeza, las cualidades divinas  que le adornan y la luz salvadora que se desprende de todo su ser, y que llena el horizonte espacial de hermosura y claridad                           

Bendice alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de bellaza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

                    Desde el cielo, donde Yahveh tiene su morada, se deleita y  complace en su maravillosa obra, ejerciendo su reinado y poder como dueño y Señor de lo que existe. Toda la creación es como su palacio real, y, su Señorío Universal es único e inigualable, porque en su  soberanía lo gobierna todo con equilibrio y suavidad:  

Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
loa vientos te sirven de mensajeros
el fuego llameante, de ministro

                    Reconoce el orante, que todas las obras de Dios son magníficas, que su sabiduría no tiene límites, que sus paisajes son pura bellezas y de fuerte colorido. Y que,  además, la tierra está llena de sus criaturas a las que sustenta y da vida con su amorosa providencia:

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes.
.
                    Y exclama: Tú solo, Señor, puedes conservarlo todo con solicitud, ya que   nunca abandonas nada y das seguridad y firmeza a cuanto existe, pues lo amas todo, y con ternura, lo cuidas y proteges. ¡Qué grande eres, Señor!

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes.

                         Todos los vivientes dependen de la bondad de Dios, de su mano abierta y generosa,  y de su aliento vivificador. Verdaderamente su ESPÍRITU REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA:

Escondes tu rostro, y se retiran;
les retiras tu aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

                     Y, es el mismo ESPIRITU divino recibido del Padre, el que actúa en Jesús, Nuestro Mesías Salvador. Por lo que,  todas las lecturas litúrgicas de esta celebración realzan la manifestación de la gracia y la gloria que posee  por ser  HIJO DE DIOS:

                     Isaías lo preanuncia, anticipadamente, como un mensaje de liberación: “Consolad, consolad a mi pueblo ya que Dios nunca lo ha abandonado. No temas Jerusalén aquí está vuestro Dios que llega con poder”.

                     También, S, Pablo nos lo recuerda: “Ha aparecido  la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres. Y el Padre Eterno lo confirma cuando hace resonar su voz desde el cielo: “ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, EL PREDILECTO”


                    De igual manera, por el Bautismo, hemos sido hechos uno con Cristo, por El, somos Hijos de Dios, Herederos de su gloria y podemos llamar a Dios Padre. Y, el ESPÍRITU que se nos comunica y viene en nuestra ayuda, nos hace miembros de La Iglesia,  nos infunde la fe, nos abre horizontes de esperanza y nos ayuda a vivir fieles en el seguimiento de Jesús, amando a los más pobres, haciendo siempre el bien a los que nos rodean y viviendo sumamente agradecidos  a nuestro Padre del Cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario