sábado, 28 de noviembre de 2015

Domingo I de Adviento- C


DOMINGO I DE ADVIENTO - C


A TI, SEÑOR, LEVANTO MI ALMA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                        Como un anuncio de esperanza, se nos dice que el SEÑOR VIENE Y NOS SALVARÁ. Y, si nuestro Salvador está para venir y es seguro que llegará,  hemos de esperarle  con el gozo y entusiasmo debidos, actitud que requiere una atención constante, y un  vivir despierto, en alerta  vigilancia,  con  deseos de incorporarnos plenamente a su vida y  amor.

                       Esta espera del Señor, este estar vigilantes y mantenernos en pie ante EL HIJO DEL HOMBRE, que despierta deseos de búsqueda y cercanía, que aviva la fe y mueve a una sincera conversión, es ya, una  anticipación de LA SALVACIÓN. También es, lo que pedimos al Señor con el salmo 24:

A Ti, Señor, levanto mi alma
         
                       Estamos ante un salmo de “súplica y confianza” y también de “tono sapienzal” en el que, el salmista, un anciano enfermo, solo y afligido, y que, además, es acosado por sus enemigos,  reflexiona sobre los caminos del Señor, que siempre son expresión de su voluntad y están llenos de ternura y misericordia:      

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad,
enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador.

                         Con sentimientos de humilde conversión y sincera confianza, el salmista sabe que, Yahveh, en su bondad y rectitud, acoge siempre con amor a sus “pobres”, a los fieles que acuden a Él en sus sufrimientos y temores, buscando su salvación:

El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

                      Instruido en la voluntad de Yahveh,  el salmista, ya renovado,  se plantea la vida según la ley, con la seguridad de que, el Señor, fiel y leal a su compromiso de proteger a los suyos, se confiara a él y le seguirá instruyendo en el fiel cumplimiento de la alianza:                        
                   
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.


                   A nosotros, se nos manifiesta la voluntad de Dios a través de su Hijo, Cristo Jesús; camino que nos conduce a la verdad y nos va introduciendo en la vida plena del Padre. Salvación que no es solo para sus seguidores, sino que está abierta a toda la humanidad,  sedienta siempre de  auténtica felicidad, la que está en Dios y en  su amor, pero que, quizá, la busca donde no se puede encontrar.

                   Y, la esperanza a la que estamos llamados nunca defrauda. Es una esperanza activa, y  como tal,  ha de llevarnos a realizar obras de bondad y de amor, que muevan a una renovación eficaz y constante, como podría ser, por ejemplo, vivir un compromiso serio por un mundo mejor y más seguro, donde pueda surgir la justicia y reinar la paz, donde se logre vivir en solidaridad y fraternidad y donde haya desarrollo y prosperidad para todos.        


                  Esperanza salvadora, que se hizo realidad en JESUCRISTO, NACIDO DE MARÍA VIRGEN, para liberar al mundo del pecado con su REDENCIÓN. Salvación que nace en nosotros constantemente, siempre que, con nuestro ejemplo y entrega, somos motivo de esperanza para los demás y trabajamos para que la humanidad entera la desee y busque  EL REINADO DE DIOS,  que se implantará definitivamente con el retorno glorioso de Cristo Jesús, el que, con su venida, pondrá fin a La Historia del mundo y nos introducirá para siempre en su gloria y en la de Dios, nuestro Padre.

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