DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO - B
ALABA,
ALMA MÍA, AL SEÑOR
Por Mª
Adelina Climent Cortés O.P.
Nos encontramos ante una oración sálmica, que ensalza y describe la
bondad salvadora de Dios, siempre fiel y atento con los que, sincera y
confiadamente, le invocan y, de manera especial, con los que sufren la pobreza
y la marginación:
.
En la primera lectura bíblica de La Misa
vemos como protege a la viuda pobre,
que recogía leña para cocer un pan con la poca harina y aceite que le
quedaba, comer ella y su hijo y después morir. Más, el profeta Elías le pidió
agua y un trocito de pan, insistiendo, a la vez, que se lo trajera antes a él,
y que, después, lo haría para ella y su hijo. “Ella se fue, hizo lo que le había
dicho Elías y comieron los tres, pero: NI LA ORZA DE HARINA SE VACIÓ, NI LA
ALCUZA DE ACEITE SE AGOTÓ, como lo había dicho Dios, por boca del profeta”.
Y, la oración que alaba y ensalza esta bondad
del Señor, es el salmo 145. Pertenece al grupo de los “aleluyáticos”, los cinco
últimos del salterio. Tiene características de himno, y también de “salmo
didáctico” y su origen es del tiempo posterior al exílio.
El orante, se invita así mismo a alabar y
bendecir a Yahveh como Rey y Creador del universo, pero, también, por ser
el Dios cercano y compasivo con los más
sencillos y humildes. Y, a continuación,
expone los motivos que le mueven a esta alabanza agradecida:
Alaba,
alma mía, al Señor:
Que
mantiene su fidelidad perpetuamente,
que
hace justicia a los oprimidos,
que da
pan a los hambrientos.
Yahveh, es un Dios que reina con justicia y equidad, pero, que nunca se
complace en su grandeza y poderío, sino, que, vive y sufre, con los que se lo
pasan mal, y se dedica a auxiliarlos
con su misericordia, que siempre le acompaña, llenándolo todo de amor:
El
Señor liberta a los cautivos.
El
Señor abre los ojos al ciego,
el
Señor endereza a los que ya se doblan,
el
Señor ama a los justos,
el
Señor guarda a los peregrinos.
El
Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y
trastorna el camino de los malvados.
Y, este reinado, del Dios Yahveh, tan diferente al de los demás reyes,
en la manera de ejercer el poder desde Sión, será duradero y para siempre. Y,
precisamente, por esta cercanía y seguridad que ofrece a sus fieles, es digno
de todo reconocimiento y de ser ensalzado y alabado por todos y en todo
momento:
El
Señor reina eternamente,
tu
Dios, Sión, de edad en edad.
Nosotros, los cristianos, alabamos y
bendecimos a Dios, porque, su fidelidad y misericordia, se nos han manifestado
plenamente en su hijo Jesucristo, el que hizo de su vida una entrega de
servicio y amor a todos los hombres; pero, con predilección, a los más
afligidos y menesterosos, hasta llegar a proclamarlos dichosos y herederos del
Reino de los cielos, dándonos a entender así, que, en esto consiste
precisamente, La Buena Nueva que Él vivió y proclamó:
En la lectura evangélica, al ver que una viuda pobre echaba dos reales en el cepillo del templo,
dijo a los discípulos: -“Os aseguro que esta pobre viuda ha echado en el
cepillo más que nadie. Porque, los demás, han echado de lo que les sobra, pero
esta, que pasa necesidad, HA ECHADO TODO LO QUE TENÍA PARA VIVIR”
Y, esta misma vida de entrega y donación de
Cristo Jesús hasta su muerte en Cruz,
es la que tiene que vivir, en
pobreza, cada uno de sus seguidores. Es una vida que exige valentía y constante
conversión, pero, que es eficaz y salvadora, como fue la de Él, por ser la
única que puede transformar el mundo haciéndolo más humano y cordial.
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