domingo, 13 de septiembre de 2015

Domingo XXIV del Tiempo ordinario- B


DOMINGO  XXIV  DEL  T.  ORDINARIO

EN CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR
EN EL PAÍS DE LA VIDA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Se camina “en presencia del Señor” cuando se ha llegado al convencimiento, desde una fe sincera y confiada, que solo, para Dios, vale la pena vivir y jugárselo todo, pues, es el único que nos salva siempre de todo apuro y necesidad, el que nunca falla y el que nos da siempre vida y felicidad.

                  “Caminaré en  presencia del Señor” A eso nos comprometemos  cuando rezamos el salmo 114. Es un salmo de “acción de gracias individual” porque, más que lamentos, las expresiones del salmista son de alabanza y de suma gratitud, desde una fe confiada y segura en Yahveh, el que ayuda y consuela en  todo sufrimiento:

Amo al Señor porque escucha
mi voz suplicante;
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.

                  Desde una situación de angustia, desespero y muerte, el salmista recuerda, que gritó e invocó confiadamente a Yahveh, el Dios que permanece siempre atento a los más menesterosos y sencillos, cuando le buscan con sinceridad:

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoque el nombre del Señor:
“Señor, salva mi vida”.

                Y esta bondad del Señor, que le mueve a estar  siempre atento y a la escucha, deslumbra tanto al orante que, agradecido, la quiere proclamar públicamente, con el fin de poder despertar en otros la fe y el amor a Yahveh, y puedan unírsele en himnos de alabanza y de acción de gracias a su Santo Nombre:

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó

                 Continúa  diciéndose  el salmista que, si Dios le ha favorecido siempre que ha confiado en Él y, si su misericordia y lealtad llegan a tanto hasta librarle de la angustia de la muerte, lo menos que puede hacer de su parte es corresponderle debidamente,  viviendo solo para Él, cumpliendo sus leyes, tratando de agradarle en todo momento y siéndole fiel; es decir: caminando en su presencia y participando ya de su Vida, como un anticipo gozoso de lo que será realidad, feliz plena y acabada, en la  eternidad:                 

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor,
en el país de la vida.


                   Nuestro Dios, siempre quiere la vida de todos sus fieles. Es un Dios de vivos y no de muertos. Y, Jesucristo, muere para darnos VIDA EN ABUNDANCIA   con su resurrección gloriosa. 
  
                   Nosotros, los cristianos, que sabemos que Cristo Jesús es el Mesías, el que aporta liberación y salvación definitiva, celebramos esta VIDA en La Eucaristía, comunión que nos compromete a vivir en su  seguimiento, y,  a  entregar  todo lo que somos por el Evangelio, sabiendo que, “hay que padecer mucho para entrar en el Reino de Dios”.

                    -“EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER MUCHO, TIENE QUE SER CONDENADO POR LOS SENADORES, SUMOS SACERDOTES Y LETRADOS, SER EJECUTADO Y RESUCITAR A LOS TRES DÍAS”.


                    Y, también, porque, solo así, desde una generosa donación personal, en unión con Cristo Jesús, podremos llenar  de esperanza el mundo entero, de manera que, todos los vivientes puedan experimentar la bondad de Dios y, agradecidos, decirse como el israelita del salmo: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.

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