DOMINGO XXIV DEL T. ORDINARIO
EN CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR
EN EL PAÍS DE LA VIDA
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P.
Se camina “en presencia del Señor” cuando se ha
llegado al convencimiento, desde una fe sincera y confiada, que solo, para
Dios, vale la pena vivir y jugárselo todo, pues, es el único que nos salva
siempre de todo apuro y necesidad, el que nunca falla y el que nos da siempre
vida y felicidad.
“Caminaré en
presencia del Señor” A eso nos comprometemos cuando rezamos el salmo 114. Es un salmo de “acción de gracias
individual” porque, más que lamentos, las expresiones del salmista son de
alabanza y de suma gratitud, desde una fe confiada y segura en Yahveh, el que
ayuda y consuela en todo sufrimiento:
Amo al Señor porque escucha
mi voz suplicante;
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.
Desde una situación de angustia, desespero y
muerte, el salmista recuerda, que gritó e invocó confiadamente a Yahveh, el
Dios que permanece siempre atento a los más menesterosos y sencillos, cuando le
buscan con sinceridad:
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoque el nombre del Señor:
“Señor, salva mi vida”.
Y esta bondad del Señor, que le mueve a estar siempre atento y a la escucha, deslumbra
tanto al orante que, agradecido, la quiere proclamar públicamente, con el fin
de poder despertar en otros la fe y el amor a Yahveh, y puedan unírsele en
himnos de alabanza y de acción de gracias a su Santo Nombre:
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó
Continúa diciéndose
el salmista que, si Dios le ha favorecido siempre que ha confiado en
Él y, si su misericordia y lealtad llegan a tanto hasta librarle de la
angustia de la muerte, lo menos que puede hacer de su parte es corresponderle
debidamente, viviendo solo para Él,
cumpliendo sus leyes, tratando de agradarle en todo momento y siéndole fiel; es
decir: caminando en su presencia y participando ya de su Vida, como un
anticipo gozoso de lo que será realidad, feliz plena y acabada, en la eternidad:
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor,
en el país de la vida.
Nuestro Dios, siempre quiere la vida de todos sus fieles. Es un Dios de
vivos y no de muertos. Y, Jesucristo, muere para darnos VIDA EN ABUNDANCIA con su resurrección gloriosa.
Nosotros, los cristianos, que sabemos que Cristo Jesús es el Mesías, el
que aporta liberación y salvación definitiva, celebramos esta VIDA en La
Eucaristía, comunión que nos compromete a vivir en su seguimiento, y, a entregar
todo lo que somos por el Evangelio, sabiendo que, “hay que padecer mucho
para entrar en el Reino de Dios”.
-“EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER MUCHO, TIENE QUE SER CONDENADO
POR LOS SENADORES, SUMOS SACERDOTES Y LETRADOS, SER EJECUTADO Y RESUCITAR A LOS
TRES DÍAS”.
Y, también, porque, solo así, desde una generosa donación personal, en
unión con Cristo Jesús, podremos llenar
de esperanza el mundo entero, de manera que, todos los vivientes puedan
experimentar la bondad de Dios y, agradecidos, decirse como el israelita del
salmo: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.
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