DOMINGO XXIII DEL T.
ORDINARIO - B
ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P
La
Bondad de Dios y su Salvación, se
manifiestan y celebran en las obras de misericordia que realiza en favor de sus criaturas, los hombres, y de
manera especial en la atención y
predilección que tiene con los más débiles y pobres.
El salmo
145 describe y reconoce a este Dios, y lo alaba y ensalza con sentimientos de gratitud y de
confianza. Es un “himno de alabanza al
Señor, Yahveh, creador del universo y defensor de los oprimidos” Pertenece al
grupo de los “salmos aleluyáticos” y contiene enseñanzas sapienzales. Tiene en
cuenta, además, la situación de dificultad y olvido que vive Israel en el posexílio,
en la que se dejaba oír la voz del profeta Isaías: “NO TEMÁIS. MIRAD A
VUESTRO DIOS QUE VIENE EN PERSONA Y OS SALVARÁ”.
Alaba, alma mía, al Señor:
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
Estos sentimientos del Dios,
Yahveh, nos muestran su cercanía y su compasión, y nos aseguran, que tiene entrañas maternas y un corazón lleno de
ternura y amor, capaz de conmoverse ante toda necesidad, desgracia y
sufrimiento:
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
También nos recuerda el
salmo, que el amor compasivo y misericordioso de Dios, no solo libera a sus
fieles de toda penuria, injusticia y dificultad, sino que, al mismo tiempo,
revitaliza a la persona, la sana, la trasforma, y le hace sentir su amor y
protección:
El Señor sustenta al huérfano
y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Y tiene muy en cuenta, el
israelita, de señalar que, obrando
Yahveh de esta manera, su reinado está establecido eternamente en la justicia y
en la prosperidad para todos los pueblos,
por lo que no puede menos que alabarle y bendecirle desde Sión, su monte
santo, donde tiene su tono y desde donde gobierna el universo.
Y, esta salvación de Dios, se hace realidad más
definitiva y plena en Cristo Jesús; que en su vida se manifestó siempre de
parte de los más pobres y débiles, a los que amaba con predilección. Su
salvación se hacía visible sanando a los enfermos, devolviendo la vista a los
ciegos y el oído a los sordos:
“…apartándolo de la gente a un lado, le metió
los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo,
suspiró y le dijo: -EFFETÁ (esto es ÁBRETE). Y al momento SE LE ABRIERON LOS
OÍDOS, SE LE SOLTÓ LA TRABA DE LA LENGUA Y HABLABA SIN DIFICULTAD”
También, su salvación se hacía visible, liberando
de la esclavitud a los oprimidos; y
perdonando y amando a todos, hasta entregar su vida en la muerte de Cruz. Por
eso, la gente que le seguía pudo exclamar: “Todo lo ha hacho bien”.
Teniendo a Cristo Jesús, como guía y maestro, atraídos por su ejemplo, y viviendo en su
seguimiento, todos nosotros, los
cristiano, hemos de hacer nuestros sus mismos sentimientos de ternura y
compasión, para con todos los demás, unidos a
su obra salvadora; es decir, construyendo el Reino de Dios, que es lo
mismo que hacer un mundo mejor y más habitable para todos.
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