DOMINGO III DE PASCUA -B
HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS
EL RESPLANDOR DE TU ROSTRO
Por Mª Adelina Climent
Cortés O. P.
Dios, a través de su obra en la creación y a
favor nuestro, NOS VA MOSTRANDO SU ROSTRO; se nos va revelando
en su esencia como SALVADOR, como el que mantiene siempre, con los que
le invocan y buscan, unas relaciones
fieles y leales de amor, amistad y
compañerismo; pero de manera tan
generosa, que siempre superan los
deseos de quienes, con amor, se le
acercan confiadamente:
Porque es así
nuestro Dios; y porque, siempre y en toda ocasión nos atiende y
salva, merece, de verdad, nuestra gratitud y veneración, que, hoy, queremos le
llegue, proclamando el
salmo 4, oración de acción de gracias
y de súplica confiada en su bondad.
Es, este, un salmo atribuido a David, con el
que, quizá, se dirigió a Yahveh,
cuando era perseguido por su hijo Absalón –según relatan algunos
autores- siendo actualizado en tiempos
posteriores. El salmista lo proclama desde una confianza en Yahveh, probada, y
por tanto segura, ya que tiene conciencia clara de que, siempre que ha
recurrido a su misericordia, ha sido atendido con creces, más de lo que
esperaba:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío,
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y, ante los que dudan y son incapaces de acudir
a Yahveh en sus angustias y necesidades, el salmista, como queriéndoles animar,
les asegura:
Sabedlo: El Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Pero,
el salmista, que ensalza a Yahveh
por sus detalles de amor y fidelidad para con él; también sabe, que,
otros pueden acudir a Él, si, convertidos, y reconociendo sus infidelidades, le
piden que no les oculte la luz de su rostro:
Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha
huido de nosotros?”
De nuevo, asegura el orante: el que de esta manera se siente protegido,
perdonado y amado de Yahveh, experimenta en su interior una paz sin límites,
capaz de proporcionar la felicidad, el descanso y el sueño profundo que restaura y sana:
En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo
En los tiempos mesiánicos en los que ahora
vivimos, que son tiempos de conversión, de perdón y salvación, el rostro de Dios brilla sobre nosotros, más y
mejor que nunca, en su HIJO CRISTO
JESÚS, RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, y que, se nos ha manifestado, como “Luz del mundo” y “resplandor de
la gloria del Padre”.
Su RESURRECCIÓN GLORIOSA, además, es garantía de la nuestra, ya que, CRISTO
JESÚS, nos ha hecho pasar de la estrechez y de la angustia en que vivíamos, por
nuestros pecados y el miedo a la muerte, a sendas amplias de vida nueva, de regeneración y de salvación
Y, así como Dios veló su descanso en el
sepulcro y lo despertó RESUCITÁNDOLE A VIDA NUEVA, también, Jesucristo, cuida
nuestro sueño y descanso, concediéndonos su paz, fruto de su amor entregado, y
nos despierta a una vida de testigos vivos y gozosos, con la misión de llenar nuestro mundo de luz y resplandor, de esperanza, de bondad y de todos los valores que
integran el Reino de Dios y su Justicia.
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