sábado, 18 de abril de 2015

Domingo III de Pascua- B


DOMINGO III DE PASCUA -B

HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS
EL RESPLANDOR DE TU ROSTRO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Dios, a través de su obra en la creación y a favor  nuestro,  NOS VA MOSTRANDO SU ROSTRO; se nos va  revelando  en su esencia como SALVADOR, como el que mantiene siempre, con los que le invocan y buscan,  unas relaciones fieles y leales de amor, amistad  y compañerismo; pero de  manera tan generosa,  que siempre superan los deseos de quienes, con amor,  se le acercan confiadamente:

                    Porque es así  nuestro Dios; y  porque,   siempre y en toda ocasión nos atiende y salva, merece, de verdad, nuestra gratitud y veneración, que, hoy, queremos le llegue,  proclamando  el  salmo 4,  oración de acción de gracias y de súplica confiada en su bondad.

                    Es, este, un salmo  atribuido  a David, con el que, quizá, se dirigió a Yahveh,   cuando era perseguido por su hijo Absalón –según relatan algunos autores-  siendo actualizado en tiempos posteriores. El salmista lo proclama desde una confianza en Yahveh, probada, y por tanto segura, ya que tiene conciencia clara de que, siempre que ha recurrido a su misericordia, ha sido atendido con creces, más de lo que esperaba:

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío,
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.

                    Y, ante los que dudan y son incapaces de acudir a Yahveh en sus angustias y necesidades, el salmista, como queriéndoles animar, les asegura:

Sabedlo: El Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

                    Pero,  el salmista, que ensalza a Yahveh  por sus detalles de amor y fidelidad para con él; también sabe, que, otros pueden acudir a Él, si, convertidos, y reconociendo sus infidelidades, le piden que no les oculte la luz de su rostro:

Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,
si  la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”

                    De nuevo, asegura el orante: el que  de esta manera se siente protegido, perdonado y amado de Yahveh, experimenta en su interior una paz sin límites, capaz de proporcionar la felicidad, el descanso y el  sueño profundo que restaura y sana:

En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo
                       
                    En los tiempos mesiánicos en los que ahora vivimos, que son tiempos de conversión, de  perdón y salvación, el rostro de Dios brilla sobre nosotros, más y mejor que nunca, en su HIJO CRISTO  JESÚS, RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, y  que, se nos ha manifestado, como “Luz del mundo” y “resplandor de la gloria del Padre”.

                    Su RESURRECCIÓN GLORIOSA, además,  es garantía de la nuestra, ya que, CRISTO JESÚS, nos ha hecho pasar de la estrechez y de la angustia en que vivíamos, por nuestros pecados y el miedo a la muerte, a sendas amplias de  vida nueva, de regeneración y de salvación


                    Y, así como Dios veló su descanso en el sepulcro y lo despertó RESUCITÁNDOLE  A VIDA NUEVA, también, Jesucristo, cuida nuestro sueño y descanso, concediéndonos su paz, fruto de su amor entregado, y nos despierta a una vida de testigos vivos y gozosos,  con la misión de llenar nuestro mundo de luz y resplandor, de esperanza,  de bondad y de todos los valores que integran el Reino de Dios y su Justicia.

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