DOMINGO DE PENTECOSTÉS
¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,
Y REPUEBLA LA FAZ DE LA
TIERRA!
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
EL ESPÍRITU, del que tanto hablaba Jesús y que
prometió enviarnos cuando se iba al Padre, está entre nosotros y lo llena todo
de Vida y esplendor. Es el DON por excelencia de Dios, lo mejor que ha podido
darnos, pues, es, su misma Vida, que se
derrama en nosotros con sus diversas manifestaciones. Es La Nueva Ley. Es la nueva
presencia del RESUCITADO, que, con vigor y fuerza, nos va transformando en
auténticos hijos de Dios, y que, renovará
toda la creación, para llenarla de
frutos de Salvación y Vida Eterna. Este ESPIRITU, es, también, el amor
entre el Padre y su Hijo Jesús, amor divino,
que, en su fuerza expansiva y creativa,
va purificando el nuestro, hasta hacerlo suyo, siempre que, entre
nosotros nos amemos como hermanos.
La obra de este ESPÍRITU, TERCERA PERSONA DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD y DADOR DE VIDA, la canta el salmo 103. Un hermoso poema, en forma de himno, que
describe, de manera bella y
poética, la obra de la creación de Dios. Salmo que canta, además, el resurgir vital que brota, como fuerza arrolladora, de LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
JESÚS, convertido, por Dios Padre, en Cabeza de toda la humanidad, que ha de
quedar incorporada y transformada en Él.
El salmista comienza el poema, invitándose a
bendecir, personalmente, a Yahveh, pues, se siente impresionado y admirado, por
la belleza de sus obras, fruto de su
gran bondad y generosidad para con
todos los hombres:
Bendice, alma mía, al Señor.
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.
Y, es tan grande, y llega a tanto la sabiduría
de Yahveh, que, además de dar la vida a los seres, tiene el poder de
conservarla, de acrecentarla, y de hacerla fecunda, porque, es un Dios que todo
lo ama, y su amor, que es, su ESPÍRITU, lo vivifica, lo embellece y lo sostiene
todo:
Les retiras el aliento, y expiran,
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
De nuevo, el salmista, prorrumpe en alabanzas
al creador, con deseos de que, Yahveh, que tanto se goza contemplando la
creación, la belleza de las obras de sus manos, se alegre, también, de su alabanza, pues, al brotar de un espíritu
lleno de fe, como es el suyo, ha de ser motivo de gozo para Él.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
Verdaderamente, también nosotros, igual que el
salmista, hemos de alegrarnos con el Señor, después de bendecirlo y alabarlo,
al contemplar sus obras, creadas para
nuestro bien y felicidad. Maravillas,
que, llenando el mundo, lo transforman en el Reinado de Dios. Por
eso, para el que tiene fe, para el que vive en el ESPÍRITU DE JESÚS y de
él, ya no hay diferencia entre lo profano y lo religioso, porque todo es santo,
ya que el amor de Dios lo sostiene todo y está en las cosas
sustentándolas, llenándolas de salvación
Pidamos, pues, en esta SOLEMNIDAD DE
PENTECOSTÉS, que venga EL ESPIRITU sobre cada uno de los cristianos y de
todos los hombres; que lo sepamos acoger con agradecimiento y amor;
y para que, con su fuerza y poder, nos convierta en auténticos testigos de
CRISTO RESUCITADO, el Señor de La Historia y de toda La Creación, y, así, su evangelio sea conocido y amado por todos
los hombres:
¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,
Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!
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