viernes, 18 de mayo de 2018

Pentecostés


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

¡ENVÍA  TU  ESPÍRITU,  SEÑOR,
Y  REPUEBLA  LA  FAZ  DE  LA  TIERRA!

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL ESPÍRITU, del que tanto hablaba Jesús y que prometió enviarnos cuando se iba al Padre, está entre nosotros y lo llena todo de Vida y esplendor. Es el DON por excelencia de Dios, lo mejor que ha podido darnos, pues, es, su misma Vida,  que se derrama en nosotros con sus diversas manifestaciones. Es La Nueva Ley. Es la nueva presencia del RESUCITADO, que, con vigor y fuerza, nos va transformando en auténticos hijos de Dios, y que, renovará  toda la creación, para llenarla de  frutos de Salvación y Vida Eterna. Este ESPIRITU, es, también, el amor entre el Padre y su Hijo Jesús, amor divino,  que, en su fuerza expansiva y creativa,  va purificando el nuestro, hasta hacerlo suyo, siempre que, entre nosotros nos amemos como hermanos.

                    La obra de este ESPÍRITU, TERCERA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD y DADOR DE VIDA, la canta el salmo 103.  Un hermoso poema, en forma de himno,   que  describe, de  manera bella y poética, la obra de la creación de Dios. Salmo que canta, además,  el resurgir vital  que brota, como fuerza arrolladora, de LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, convertido, por Dios Padre, en Cabeza de toda la humanidad, que ha de quedar incorporada y transformada en Él.

                    El salmista comienza el poema, invitándose a bendecir, personalmente, a Yahveh, pues, se siente impresionado y admirado, por la belleza de  sus obras, fruto de su gran bondad y  generosidad para con todos los hombres:

Bendice, alma mía, al Señor.
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;  
la tierra está llena de tus criaturas.
                 
                    Y, es tan grande, y llega a tanto la sabiduría de Yahveh, que, además de dar la vida a los seres, tiene el poder de conservarla, de acrecentarla, y de hacerla fecunda, porque, es un Dios que todo lo ama, y su amor, que es, su ESPÍRITU, lo vivifica, lo embellece y lo sostiene todo: 

Les retiras el aliento, y expiran,
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
           
                    De nuevo, el salmista, prorrumpe en alabanzas al creador, con deseos de que, Yahveh, que tanto se goza contemplando la creación, la belleza de las obras de sus manos, se alegre, también, de su  alabanza, pues, al brotar de un espíritu lleno de fe, como es el suyo, ha de ser motivo de gozo para Él.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

                    Verdaderamente, también nosotros, igual que el salmista, hemos de alegrarnos con el Señor, después de bendecirlo y alabarlo, al  contemplar sus obras, creadas para nuestro bien y felicidad. Maravillas,  que, llenando  el mundo,  lo transforman en el Reinado de Dios. Por eso, para el que tiene fe, para el que vive en el  ESPÍRITU DE JESÚS  y de él, ya no hay diferencia entre lo profano y lo religioso, porque todo es santo, ya que el amor de Dios lo sostiene todo y está en las cosas sustentándolas,  llenándolas  de salvación

                    Pidamos, pues, en esta SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS, que venga EL ESPIRITU sobre cada uno de los cristianos y de todos  los hombres; que  lo sepamos acoger con agradecimiento y amor; y para que, con su fuerza y poder, nos convierta en auténticos testigos de CRISTO RESUCITADO, el Señor de La Historia y de toda La Creación, y, así,  su evangelio sea conocido y amado por todos los hombres:

¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,

Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!

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