viernes, 23 de febrero de 2018

Domingo II de Cuaresma-B



DOMINGO II DE CUARESMA – B

CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Caminar en la presencia de Dios, es lo que pretende el que, agradecido, recuerda los beneficios recibidos de su bondad, las maravillas que se ha dignado obrar en él. Por eso, su gran deseo, ahora, es corresponderle debidamente; es decir: viviendo y caminando con Él, escuchándole de cerca, con el corazón repleto de amor y confianza.

                    El salmo 115  nos presenta esta situación. Es un salmo de “acción de gracias” del  tiempo del posexílio. Pero nos habla, más bien,  de un agradecimiento sacrificial y  de alabanza, el que  brota del interior de uno mismo, es decir,  desde una oración profunda y sincera a Yahveh, el Dios que protege y salva siempre.

                    El salmista recuerda con viveza, que, en una ocasión difícil y sufriente acudió al Señor buscando su ayuda y consuelo y fue salvado del  peligro que corría, debido a que, lo hizo desde una situación de fe probada en el dolor, y desde una gran confianza en  el que, siempre, es  incapaz  de querer el mal  y la muerte de sus hijos:

Tenía  fe, aun cuando dije:
“Qué desgraciado sor”,
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles

                     Pero el salmista sigue expresando,  con nuevos detalles, los sentimientos de felicidad que le unen a Yahveh por su liberación, con deseos de tributarle una jubilosa y sentida alabanza, bien merecida, y con el fin de que todos puedan conocerle mejor:

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.

                    Más, este culto de acción de gracias y alabanza jubilosa a Yahveh, expresión sincera y real de lo que el rito litúrgico significa, quiere, el orante salmista,  que sea público y en el templo, lugar  querido y privilegiado para todo israelita, por ser la residencia de Dios, y por tanto, donde, con más facilidad se le encuentra y donde, mejor acoge los deseos de todo el que, con fe, le invoca:

Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo;
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.


                    También, todo nuestro quehacer cristiano, ha de ser caminar siempre en  presencia de Dios, viviendo en agradecimiento y alabanza, junto al que nunca quiere nuestra muerte y sí nuestra salvación, y que, para hacerla posible, tuvo que aceptar LA ENTREGA SACRIFICIAL DE SU HIJO JESÚS EN LA CRUZ, fuente de luz y de amor para todos.

                    Y, nuestro caminar con Jesús y en Él, ha de ser en recuerdo y agradecimiento  al Padre, que no perdonó a su propio Hijo, sino que, con Él y en Él, nos inundó de felicidad y  de alegría  pascual. Caminos misteriosos, pero también luminosos, porque, aún en las dificultades que lleva consigo la vida, nos hacen vislumbrar y recordar las maravillas que Dios continuamente hace con nosotros, y  que, en ocasiones, también  nos hacen exclamar: MAESTRO ¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!,
Lo mismo que dijo Pedro a Jesús cuando se transfiguró ante ellos y pudieron oír una voz de la nube que los cubría: “ÉSTE ES MI HIJO AMADO; ESCUCHATLO”.

                     Son los caminos  que hacen posible el seguimiento de Cristo Jesús y de su Evangelio, desde una fe madura y probada que nos ayuda a profundizar  en el Misterio de Amor, en total escucha y sincera obediencia al Padre; con  sentimientos profundos de acción de gracias, en jubilosa y sincera alabanza y en comunión plena de Vida con Dios que nos conducirán a gozar de Él durante toda la eternidad.

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