viernes, 19 de enero de 2018

Domingo IIIdel T.O.- B


DOMINGO III DEL T. ORDINARIO - B

SEÑOR,  INSTRÚYEME  EN  TUS  SENDAS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Poder confiar en alguien es consolador; pero poner la confianza en Dios es poseer gran sabiduría, ya que permite vivir en comunión con Él, que ama y confía también, en los que esperan en su misericordia. Además, esta confianza, es plena seguridad de que, lo deseado lo tenemos ya conseguido. También, la gran  generosidad de Dios, despierta en sus fieles lealtad y agradecimiento.

                    Un ejemplo de sabiduría y confianza en Dios es el salmo 24, de David. Está considerado como un salmo de súplica y confianza, que seguramente pertenece a la  época posterior al exilio.

                    Los versos del poema  que utiliza la liturgia dominical, nos hablan de los CAMINOS DEL SEÑOR y de los deseos que tiene el orante de conocerlos y seguirlos, con el fin de convertirse y vivir sabiamente según su voluntad:

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas;
Haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

                    Es la plegaria de un israelita que se siente culpable por las faltas cometidas en su vida pasada y por verse, además, acosado por sus enemigos. Afligido por esta situación dolorosa, descubre que, sólo la confianza en Yahveh puede salvarle y que, si Dios le enseña sus caminos y vive según su ley, se verá liberado de caer otra vez en el pecado y podrá caminar, en justicia y lealtad, con el que le ama y le considera su Dios:

                    Con todo, el orante, que, con tanta seguridad confía y espera en el Señor, quiere utilizar todos los resortes a su alcance, para que, Yahveh, al saberse amado y reconocido, se vea más obligado a socorrerle,  pasando a recordarle su modo de ser y de actuar tan propio de su divinidad y tan por encima de su propia condición humana, limitada y pecadora:

Recuerda, Señor, que tu ternura
 y tu misericordia,  son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

                    Y, también descubre el orante, que Dios, por ser bueno y recto, ha de obrar siempre con misericordia con los pecadores que se acogen a Él y buscan su amor y perdón; ya que, son estos, precisamente, los que el Señor considera humildes (los llamados “pobres de Yahvé”), por ser los que confían siempre en Él, y los que, con deseo de agradarle, nunca se apartan del cumplimiento de la ley, a pesar de las situaciones calamitosas, morales y materiales, que viven tan a menudo.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

                    A los que, como el salmista, pedimos ahora: “SEÑOR INSTRÚYEME EN TUS SENDAS, HAZ QUE CAMINE CON LEALTAD”, Jesús nos responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Jesús es el Camino que abre el Reino y que nos va introduciendo en él hasta conducirnos al Padre para que nos descubra su amor. Y, Jesús, es camino porque es La Verdad, es La Palabra encarnada, el mismo evangelio, que con su luz nos transforma hasta convertirnos en criaturas nuevas, en hijos y herederos de Dios. Y, Jesús, es La Vida que lo hace todo nuevo y va llenando La Historia de gozo y felicidad, hasta que quede convertida la creación en cielo y gloria, por toda la eternidad.

                     Si, pues, deseamos de verdad, caminar por las sendas del Señor con lealtad, vivamos unidos a Jesús, que nos dice: “SE HA CUMPLIDO EL TIEMPO Y SE HA ACERCADO EL REINO DE DIOS: CONVERTÍOS Y CREED”.
                    

                     Entonces, sigamos, con fe y empeño a nuestro Guía y Salvador; los pasos del que nos dice: “VENID CONMIGO”.  Y proclamemos su Evangelio, el único que puede llenarnos del gozo y de la felicidad de Dios, ahora y en la eternidad.

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