DOMINGO
XXX DEL T. ORDINARIO - A
YO TE AMO, SEÑOR, TÚ ERES MI FORTALEZA
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
El Dios, que siempre nos ama con ternura entrañable, y, que, tanto goza
derramando su amor, su misma vida sobre cada uno de sus hijos, los hombres;
también, lo que más quiere y exige de nosotros, es que le amemos a Él,
por encima de todo lo creado, y que nos amemos unos a otros como hermanos, porque
es lo que más le agrada, y en lo que
radica el cumplimiento de su voluntad
Y, porque La Alianza entre Israel
y su Dios Yahveh, se centraba en el culto y, también, en la justicia
social; en el “CÓDIGO DE LA ALIANZA” del Éxodo, aparecen los preceptos que había que tener en cuenta con respecto a
los demás, y que, según la voluntad de Dios, han de regir, siempre, nuestro
comportamiento con los más pobres, débiles y oprimidos, que son, los que el
Señor más acoge, estima y escucha, por ser, nuestro Dios, compasivo y
misericordioso.
Pero, es el salmo 17, el que nos
invita, sobre todo, a poner el corazón en Dios, que nos ha creado PARA AMARLE
SOBRE TODAS LAS COSAS; es decir, con todas las fuerzas de nuestro ser y con toda la expresividad de nuestro actuar;
siendo este, el primer enunciado del
mandamiento principal de La Ley, del que fluye la segunda parte: “AMARÁS A TU
PRÓJIMO COMO A TI MISMO”, en la que se verifica y alcanza plenitud.
El salmo, recuerda las maravillas obradas por Yahveh a favor de su
pueblo, ya sea en la persona del rey David y en las victorias obtenidas con los
pueblos vecinos, o en el afianzamiento de la monarquía. Eventos estos, que
logran arrancar del salmista una confesión sincera y agradecida, con el fin de
pagar con amor, a tanto derroche de
estima y predilección, por parte de
Yahveh, el Dios de Israel; por lo que clama diciendo:
Yo te amo, Señor, tú eres mi
fortaleza,
Señor, mi roca, mi alcázar,
mi libertador.
El amor del salmista, siempre espontáneo, creativo, y fiel, se desborda
en expresiones de gratitud a Yahveh, como son los diferentes títulos, con los
que le alaba y reconoce, pues, también, a él, le salva y libera siempre que lo
invoca:
Dios mío, peña mía, refugio
mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi
baluarte.
Invoco al Señor de mi
alabanza
y quedo libre de mis
enemigos.
De nuevo, más alabanzas y bendiciones a Yahveh, por su amor y
benevolencia con el que es Rey de Israel, su Ungido, que ha de representarle
ante su pueblo:
Viva el Señor, bendita sea
mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y
Salvador.
Tu diste gran victoria a tu
rey,
tuviste misericordia de tu
Ungido.
También, Cristo Jesús, dio gracias a Dios por habernos colmado con su
amor, a la vez que nos hablaba del amor
que el Padre bondadoso del cielo nos tiene, y cómo, hay que corresponderle
Y, la misma vida de Cristo Jesús, fue un estar siempre correspondiendo al amor del Padre, hasta morir por
los hombres, sus hermanos, en La Cruz y lograr la salvación de todos;
convirtiéndose, de esta manera, EN LA EXPRESIÓN DEL AMOR Y LA MISERICORDIA DE
DIOS, PARA LA HUMANIDAD ENTERA.
Pero, no solo el amor impulsaba la vida y el caminar de Jesús, también,
con su palabra evangélica, aportó
novedad al segundo enunciado del
mandamiento, al añadir, que debemos amar al prójimo como a nosotros
mismos, es decir, con el mismo amor que
Dios nos ama, pues, el verdadero amor
es único y universal
Más, como amar a Dios y a los hermanos con autenticidad no es fácil,
pues requiere practicar las virtudes teologales y los valores humanos, es el
mismo Cristo Jesús, el que nos da fuerzas para conseguirlo, en La Eucaristía,
con la fuerza de su amor partido y entregado.
Y, porque el amor nos asemeja a Dios, también podemos vivir en su misma
Comunión de Vida, que en la eternidad será gozo y plenitud total.
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