sábado, 28 de marzo de 2015

Domingo de Ramos- B



DIOS REINA SOBRE LAS NACIONES

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Fiesta entrañable y hermosa la del DOMINGO DE RAMOS en la que recordamos a Jesús y celebramos su entrada triunfal en Jerusalén, rodeado de una muchedumbre de gente que le  aclama con ramos de olivo y palmas, con vítores y gritos de júbilo: “HOSANA AL HIJO DE DAVID, BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL, ¡HOSANA EN EL CIELO!” Y, unidos al grupo que le sigue, también nosotros festejamos a Jesús, que, victorioso y triunfante, se dirige  hacia la meta de su misión redentora donde nos dará  su  misma Vida; a la vez que, le contemplamos, cabalgando  humildemente sobre una borrica, como, queriendo indicar, que la salvación del mundo será consecuencia de su entrega de amor hasta la muerte en cruz, y  de su triunfante resurrección.

                    Y, unimos nuestra alegría y gozo en torno a Jesús, cantando con alegría y entusiasmo el salmo 46, un hermoso himno que aclama a Yahveh como Rey y Señor de todo el universo:

Pueblos todos batid palmas
aclamad a Dios con gritos de júbilo:
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La realeza de Yahveh se ha manifestado de manera visible y maravillosa, en la conquista de la tierra prometida a Israel, el  pueblo que se había escogido como heredad,  y en el sometimiento de los reyes y pueblos vecinos, sobre los cuales, Israel, ha quedado encumbrado. Victorias, éstas, logradas por Yahveh, en la persona del propio rey, su representante en la tierra; lo que deja entrever la universalidad de su reinado:

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
Él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

                    El salmista, pasa a cantar de manera vibrante, solemne y estrepitosa, la entronización  de Yahveh como Rey y Señor de todas las naciones, y,  anima más y más  al grupo de cantores, a que sigan esmerándose en el arte de tocar, para que, la celebración litúrgica, conserve  todo su esplendor. El episodio, recuerda la subida y entronización del arca de la Alianza en el santuario después de una procesión; también sugiere las subidas de Israel a su propia  tierra, en los diferentes éxodos de su historia, en los que, siempre cabalgaba Yahveh delante del pueblo, infundiendo esperanza y animando la expedición:

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor a son de trompeta:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey,  tocad;
porque Dios es el Rey del mundo:
tocad con maestría.

                                   
                    Ya en su trono, Yahveh, rodeado de gloria y esplendor, recibe el vasallaje de los pueblos y los reyes vecinos, que unidos a Israel, pregonan solemnemente la grandeza, soberanía y universalidad de su reinado:

Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado:
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo de Dios de Abrahán,
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y Él es excelso.

                    Más, después de haber aclamado a nuestro Rey y Señor, seguimos acompañando a Jesús, nuestro Mesías Salvador, a través de la escucha y contemplación de su pasión y muerte, como una anticipación de la celebración del Viernes Santo. Jesús, con el derramamiento de su sangre inocente expía el mal del mundo y los estragos de la muerte. Misterio profundo y sorprendente el de Cristo Jesús, que debemos adorar en profundo silencio, y, a la vez, cargando con la parte de su cruz, que nos ha tocado a cada uno, pedir por aquellos que aún no le reconocen, como Hijo de Dios  y Salvador del género humano.

                    También, con alegría y amor, celebramos a Jesús en su triunfante Resurrección, ya que, en la eucaristía se nos da como Pan de Vida Eterna y prenda de Salvación, reviviendo, de esta manera, su Pascua gloriosa y salvadora.


                    Y, como también lo anticipa el salmo, Cristo Jesús, asciende entre vítores y aclamaciones a la derecha del Padre, al santuario del Cielo, donde tiene preparado su trono  y donde, nos espera a todos con los brazos abiertos, para que participemos de su misma gloria.

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