DOMINGO I DE CUARESMA
TUS SENDAS, SEÑOR, SON
MISERICORDIA Y LEALTAD
Por Mª Adelina Climent Cortés O. P.
Las lecturas bíblicas de la Eucaristía de este
domingo, primero de cuaresma, nos invitan a acompañar a Cristo Jesús, en su
subida a la Cruz
y en su nueva vida de Resucitado. Un camino capaz de renovar nuestra fe; pero,
también, un camino lleno de riesgos y dificultades que superar, por lo que pedimos
a Dios con el salmo 24, que nos habla de los caminos del Señor, nos acompañe
con su amor y nos muestre su misericordia y lealtad:
Tus
sendas, Señor, son misericordia y lealtad,
para
los que guardan tu alianza.
Son caminos, los del Señor,
de salvación y bendición; signos de paz y de esperanza, para los que viven
empeñados en recorrerlos y experimentarlos. Conocerlos y caminar por ellos es
sentirse ya acogidos en las manos del Señor, y protegidos por su amor:
Señor,
enséñame tus caminos,
instrúyeme
en tus sendas,
haz
que camine con lealtad;
enséñame,
porque tú eres mi Dios y salvador.
Y, estar en los caminos de
Dios, es vivir ya en fidelidad y lealtad a su alianza, intentando corresponder,
cada vez mejor, a sus compromisos: “Yo hago un pacto con vosotros, una alianza de vida para siempre”. Y, porque, sin la
ayuda del Señor, no le podemos corresponder debidamente, pidámosla con
sinceridad orando con el salmista:
Recuerda, Señor, que tu ternura
y
tu misericordia son eternas.
Acuérdate
de mí con misericordia,
por
tu bondad, Señor.
Esta alianza con Dios nos
exige, también, avanzar humildemente por los caminos de una sincera conversión,
los únicos que nos pueden llevar a una plena renovación en el Espíritu, que nos
hará más semejantes a Él y más capaces de acoger y vivir su salvación:
El
Señor es bueno, es recto,
y
enseña el camino a los pecadores;
hace
caminar a los humildes con rectitud,
enseña
su camino a los humildes.
En Jesucristo, se renueva
definitivamente la Alianza
de Dios con carácter de plenitud. Su amor, fruto de su entrega en la Cruz y de su Resurrección,
que es Vida Nueva y esperanza de fidelidad eterna, se convierte en senda de
salvación y gloria para todos los hombres.
Y, este, es el camino que,
nosotros, los cristianos, queremos seguir y seguimos, cuando lo hacemos nuestro
viviendo su mismo amor entregado.
Sabemos, que es un camino de esfuerzo, pero, también, de bendición; porque, no
hay mejor dicha que caminar en la voluntad del Señor y protegidos por su
mirada, que nos va conduciendo por sendas de eternidad.
Más, nuestro compromiso de
fidelidad a Jesús, Camino, y, a Jesús, camino del Padre y del Reino, ha de ser,
hacer posible otras sendas que nos ayuden a mejorar la situación de nuestro
mundo, avanzando hacia una humanidad más feliz, en la que se viva más
fraternalmente y, en la que se vaya realizando la Nueva Creación.
Son los caminos de la
justicia y la paz y los de la verdad y el amor, que son caminos, todos ellos,
de bondad y salvación. Ya, que, sólo transitando por ellos, con la mirada y el
corazón puestos en Dios, nos realizaremos como hijos suyos, con derecho,
también, a ser los herederos de la Gloria Eterna.
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