EL SAGRADO
CORAZÓN DE JESÚS – C
EL
SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
Por Mª
Adelina Climent Cortés O.P.
Con alegría, fiesta y gozo, celebramos la solemnidad del SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS. Y. lo hacemos, porque este
Corazón, el de Jesús, supera en bondad y en amor, a todos los corazones de los
hombres... Es un corazón grande, inmenso, sin fondo. Todo un gran misterio, que
contiene el amor tierno y sin medida, entregado y fecundo de Dios. Es el mismo CORAZÓN DE DIOS viviendo en su muy
querido y amando HIJO, CRISTO JESÚS; el único corazón con capacidad de acoger
a toda la humanidad y envolverla
en su entrañable misericordia.
Un corazón tan dilatado y tan repleto de amor, como el de Dios y el de
su hijo Jesucristo, nadie lo puede tener; es único: “Cristo murió por nosotros
cuando éramos aún pecadores: así demuestra Dios el amor que nos tiene” (Rm
5,8) y nadie “podrá separarnos de ese
amor de Dios manifestado por Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,39)
La liturgia de hoy, canta la
grandeza inmensa del CORAZÓN DE JESÚS, con la imagen del BUEN PASTOR; que, solo
vive para sus ovejas y desea el bien
y la felicidad de cada una de
ellas. Que busca a la que se halla perdida y, al encontrarla, la carga dulcemente sobre sus hombros hasta
dejarla cuidadosamente en el redil.
Y, nosotros, cantamos la bondad de este
tierno y amoroso corazón, contemplando el poema 22: el Salmo del Buen
Pastor, aplicado a Jesucristo nuestro
guía y Señor:
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Con Jesús, todo lo tenemos y nada nos puede faltar. El que se recuesta y
descansa en su corazón, se siente tan
recuperado, tan nuevo, tan feliz, que vive saciándose de sus delicias,
refrescándose de la hondura de su amor, y bebiendo del agua fresca que brota de
su corazón, por lo que ya refrigerado, puede pregustar la plenitud de la
vida eterna.
Su pastoreo, el de Señor, es delicioso, amable y gozoso, como suave y
dulce es su nombre: JESÚS. Su cercanía
siempre recupera, allana lo escabroso, llena de luz la oscuridad; su mirada y su voz sosiegan,
hablan de paz; su diestra acoge y deleita como un abrazo de amor:
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara cayado me sosiegan
Jesús, prepara para nosotros, y a la vista de nuestros enemigos, una
mesa suculenta, adornada y cubierta
con mantel blanco almidonado,
sobre el que está el manjar
eucarístico, SU CUERPO Y SU SANGRE, en el pan entregado y compartido y en el
vino sobre la copa que rebosa vida y salvación; signo y precio de su NUEVA Y
ETERNA ALIANZA. Alimento de vida eterna, que nos recupera, fortalece y
diviniza. Es la misma Vida Nueva que crea unidad y comunión en el cielo, entre el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo:
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Caminar con Jesús, nuestro guía y BUEN PASTOR, es tan sublime y consuela
tanto, que ya no puede haber otro bien,
superior a éste, en la vida. Su
misericordia nos acompaña y protege, su
bondad nos va transformando, hasta hacernos semejante a Él; nos va
divinizando... Es vivir ya la dicha del cielo en plenitud, porque allí nada tendrá fin; porque
Dios solo es principio generador de vida nueva y de felicidad, en alabanza
interminable, en bendición perenne, en fusión de amor inacabable:
Tu bondad y
tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. Amén.
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