viernes, 27 de abril de 2018

Domingo V de Pascua


DOMINGO V DE PASCUA - B

EL SEÑOR ES MI ALABANZA EN LA GRAN ASAMBLEA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La alabanza comunitaria -hoy diríamos la alabanza litúrgica-  es la que más agrada a Dios y la que le da más gloria; es la que se hace en nombre de La Iglesia, nuevo pueblo de Dios, y la que preside el Espíritu Santo. En esta alabanza, se expresa mejor la fe, que, unida a la de otros  creyentes, crece y se enriquece para bien propio y de todos, pues: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy  yo en medio de ellos”.

                    Es lo que pensaba y hacía el israelita, que reza el salmo 2l en acción de gracias, ya que, desea cumplir su promesa al Señor por los beneficios recibidos de su bondad, sintiéndose acompañado y apoyado de otros fieles, que considera  hermanos  suyos, porque, también ellos, aman y conocen a Yahveh,  y experimentan su fidelidad y salvación cuando le invocan:

Cumpliré mis votos delante de sus fieles
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre,

                    Seguidamente,  el  salmista anuncia, que no solo las bendiciones de Yahveh  serán para Israel, su pueblo elegido, sino que, también lo serán para las demás naciones, que se beneficiarán de su promesa salvadora, por lo que toda la humanidad alabara su santo nombre:

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines de la tierra;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo
       
                    También, el salmista, sumamente agradecido,  porque Yahveh le ha sanado de su enfermedad y le ha liberado de la opresión en que vivía, ahora, quiere vivir solo, para  contar, sin cesar,  su bondad y su justicia, y, de esta manera,  reconocida su fidelidad, pueda ser cantada por todos:

Me hará vivir para él, mi descendencia lo servirá,
hablará del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor

                    Pero, la bendición por excelencia, otorgada por Dios a la humanidad, nos la ha concedido en su HIJO, CRISTO JESÚS, nuestra RESURRECCIÓN y nuestra VIDA, el que ha llevado a plena realización, con su entrega y amor, la promesa de SALVACIÓN de Dios, nuestro Padre.

                    También es, JESUCRISTO, EL SEÑOR, el que, con su victoria, ha transformado el mundo en el REINADO DE DIOS;  el que se ha convertido en el núcleo de unión y de vida de todos sus seguidores, y, también, de todos los hombres.

                    Y es, Jesucristo, el  que nos dice hoy: “YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS; EL QUE PERMANECE EN MÍ Y YO EN ÉL, ESE  DA FRUTO ABUNDANTE”. Palabras evangélicas, hermosas y de hondo contenido, que indican que, entre Jesucristo y nosotros se ha establecido  una comunión de vida gozosa, que nos capacita para dar FRUTOS DE RESURRECCIÓN. Son frutos de vida eterna, que haremos reales y visibles, si, con nuestra fe, nos manifestamos como testigos valientes del RESUCITADO, capaces de comunicar alegría y de anunciar  la verdad evangélica.
       
                    También daremos frutos de resurrección si somos,  en un mundo donde hay victimas inocentes y mucho sufrimiento, el consuelo eficaz que sana, anima  y da motivos de esperanza, con capacidad de transformar la cultura de muerte que nos inunda, en cultura de vida y de felicidad.


                     Y, también podremos dar frutos de resurrección, si somos  para los demás, como el amor que lo transforma todo en gozo, porque sabe comunicar al mundo  los valores eternos, como son la paz y la justicia, la concordia y la reconciliación, la verdadera fraternidad... Solo así se conseguirá  La Vida nueva del Reino,  La Nueva Creación, toda ella invitada a una alabanza,  continua y alegre, a su Creador y Señor.

sábado, 21 de abril de 2018

Domingo IV de Pascua


DOMINGO IV DE PASCUA - B

LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS ARQUITECTOS
ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR

Por Mª Adelina Climent Cortés O. P.


                    Hay que repetirlo sin cansarse, proclamarlo y cantarlo muchas veces, y,   hasta gritarlo con el testimonio de nuestras vidas: CRISTO JESÚS, EL RESUCITADO, “ES LA PIEDRA ANGULAR”, preciosa, que ha hecho posible y creíble la salvación de Dios otorgada a  la humanidad; y que,  por lo mismo,  se ha constituido para gloria de Dios Padre, en   “EL SEÑOR“ de la historia y del universo, siendo, este, el DON mayor que se nos ha concedido y  por el que, insistentemente, debemos dar gracias al Altísimo:

Dad gracias al Señor porque es bueno,
Porque es eterna su misericordia.

                    Resucitados con Cristo Jesús, y salvados por Él, nada de este mundo ha de parecernos valioso,  ni digno de ser  estimado excesivamente. Tampoco nada puede llenarnos de temor o preocupación,  ya que, “EL SEÑOR”,  es nuestra  seguridad y el motivo de nuestra confianza:

Mejor es refugiarse en el Señor
que  fiarse de los hombres;
mejor es refugiarse en el Señor,
que fiarse de los jefes.

                    LA SALVACIÓN, la obra más grande y maravillosa de Dios,  la que nos introduce en el mundo nuevo, que es el  suyo,  nos hace vivir en continua acción de gracias y recordando  sus beneficios en favor nuestro, con el fin de que, siempre, estén presentes en la memoria de los que nos sentimos salvados y amados:

Te doy gracias, porque me escuchaste
y fuiste mi salvación,
Es el Señor quién lo ha hecho,
ha  sido un milagro patente.

                    El Salmo, de nuevo,  bendice  al que viene en nombre del Señor, que, para nosotros, es Jesucristo, su enviado, su Hijo Eterno, Nuestro Dios y Salvador, el que con su entrega total, da la vida para que nosotros tengamos vida:

“Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor

                    JESUCRISTO, nuestro MESÍAS y SALVADOR, también se nos presenta hoy, como el guía y Pastor de su pueblo. Es el BUEN PASTOR, que ama, atiende y cuida de todas sus ovejas, con   esmerada predilección, y, hasta dar la vida por cada una de ellas: “Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; YO DOY MI VIDA POR LAS OVEJAS”

                     Así de cercano y bondadoso se nos muestra Cristo Jesús: como el que siempre va delante y en todo momento nos acompaña, nos alimenta, nos conduce por sus sendas, que son de descanso y sosiego, de verdura y frescor; en las que  nos puede hablar al corazón para revelarnos sus secretos y todo su  amor.

                     También, en JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, se nos revela Dios, como Padre de todos los hombres, y nos recuerda que todos somos hermanos en Él: su propio Hijo y  Hermano mayor de todos sus seguidores. Motivos, todos estos, que nos superan, que siempre y en todo momento  debemos agradecer, y que, ahora lo estamos haciendo, cantando este salmo de bendición y de acción de gracias

Tú eres mi Dios, te doy gracias.
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.


                    Más, la acción de gracias por excelencia es La Eucaristía, Celebración sacramental del amor y de  la entrega de Cristo Jesús. BANQUETE Y COMIDA PASCUAL por excelencia, MEMORIAL y canto de adoración y alabanza a su GLORIOSA RESURRECCIÓN, que nos regenera y salva, para hacernos participes de su Misterio de Comunión y de Vida por toda la eternidad. AMÉN. “ALELUYA”.

viernes, 13 de abril de 2018

Domingo III de Pascua



DOMINGO III DE PASCUA -B



HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS
EL RESPLANDOR DE TU ROSTRO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Dios, a través de su obra en la creación y a favor  nuestro,  NOS VA MOSTRANDO SU ROSTRO; se nos va  revelando  en su esencia como SALVADOR, como el que mantiene siempre, con los que le invocan y buscan,  unas relaciones fieles y leales de amor, amistad  y compañerismo; pero de  manera tan generosa,  que siempre superan los deseos de quienes, con amor,  se le acercan confiadamente:

                    Porque es así  nuestro Dios; y,  porque,   siempre y en toda ocasión nos atiende y salva, merece, de verdad, nuestra gratitud y veneración, que, hoy, queremos le llegue,  proclamando  el  salmo 4,  oración de acción de gracias y de súplica confiada en su bondad.

                    Es, este, un salmo  atribuido  a David, con el que, quizá, se dirigió a Yahveh,   cuando era perseguido por su hijo Absalón –según relatan algunos autores-  siendo actualizado en tiempos posteriores. El salmista lo proclama desde una confianza en Yahveh, probada, y por tanto segura, ya que tiene conciencia clara de que, siempre que ha recurrido a su misericordia, ha sido atendido con creces, más de lo que esperaba:

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío,
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.

                    Y, ante los que dudan y son incapaces de acudir a Yahveh en sus angustias y necesidades, el salmista, como queriéndoles animar, les asegura:

Sabedlo: El Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

                    Pero,  el salmista, que ensalza a Yahveh  por sus detalles de amor y fidelidad para con él; también sabe, que, otros pueden acudir a Él, si, convertidos, y reconociendo sus infidelidades, le piden que no les oculte la luz de su rostro:

Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,
si  la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”

                    De nuevo, asegura el orante: el que  de esta manera se siente protegido, perdonado y amado de Yahveh, experimenta en su interior una paz sin límites, capaz de proporcionar la felicidad, el descanso y el  sueño profundo que restaura y sana:

En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo
                       
                     En los tiempos mesiánicos, los que ahora vivimos, que son tiempos de conversión, de  perdón y salvación, el rostro de Dios brilla sobre nosotros, más y mejor que nunca, en su HIJO CRISTO  JESÚS, RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, y  que, se nos ha manifestado, como “Luz del mundo” y “resplandor de la gloria del Padre”:

                    También, a sus discípulos “les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”

                    Su RESURRECCIÓN GLORIOSA, además,  es garantía de la nuestra, ya que, CRISTO JESÚS, nos ha hecho pasar de la estrechez y de la angustia en que vivíamos, por nuestros pecados y el miedo a la muerte, a sendas amplias de  vida nueva, de regeneración y de salvación.


                    Y, así como Dios veló su descanso en el sepulcro y lo despertó RESUCITÁNDOLE A VIDA NUEVA, también, Jesucristo, cuida nuestro sueño y descanso, concediéndonos su paz, fruto de su amor entregado, y nos despierta a una vida de testigos vivos y gozosos,  con la misión de llenar nuestro mundo de luz y resplandor, de esperanza,  de bondad y de todos los valores que integran el Reino de Dios y su Justicia.

viernes, 6 de abril de 2018

Domingo II de Pascua


PASCUA. DOMINGO  II - B

DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO,
PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA

Por Mª Adelina Climent Cortés   O. P.


                      Se nos invita, como asamblea litúrgica,  a “dar gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Bondad y misericordia que se nos manifiestan, de manera sublime, en LA RESURRECCIÓN DE SU HIJO, CRISTO JESÚS, SEÑOR NUESTRO. Acción de gracias que expresamos, al igual que lo hacían los israelitas,  cantando el salmo 117, con el que, se alababa  al Dios de La Alianza, a Yahveh, el Dios que, siempre, les protegía y liberaba.

                      El salmista, consciente de las maravillas realizadas por Yahveh a su pueblo, invita a todos, sin excepción alguna, a agradecer al Señor su salvación, manifestada en los acontecimientos liberadores de su historia, siendo el primero de ellos  la salida de los israelitas de Egipto:

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

                     En los tiempos mesiánicos, celebramos LA VICTORIA Y LIBERACIÓN conseguida por  JESUCRISTO, autor de La Nueva y definitiva Alianza, al salvarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte y convertirnos en  criaturas nuevas, llenas de luz y vida, destinadas a una felicidad sin límites y sumamente gloriosa.

                     De nuevo, el salmo, relata otras victorias y derrotas a los pueblos enemigos, que Israel atribuye, desde su fe en Yahveh, a su  poderío, a su gran fuerza y energía, valores todos ellos, que comunica, también, a su pueblo y que, por tanto, merecen ser proclamados con entusiasmo:

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó. Me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

                     Además, Israel, que fue desechado como piedra sin valor, por ser el más pequeño de los pueblos; por su misión universal y salvadora, pasa a ser piedra angular, sobre la que se edificará la salvación que Dios realizará en JESUCRISTO, PIEDRA ANGULAR por excelencia.

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
                                      
                   Y, si para Israel fue un milagro patente, que, Yahveh, le liberara del destierro de Babilonia; maravilla mayor para nosotros es, haber sido liberados por Cristo Jesús, haciéndonos renacer con Él a una vida nueva y gloriosa, a la vida misma de Dios.

                    Por eso, cantemos agradecidos desde nuestra fe en Cristo Jesús, el Señor, para dar un testimonio alegre y sincero  del acontecimiento mayor de nuestra Historia: SU RESURRECCIÓN GLORIOSA, y, para que,  nadie viva sin esperanza, sino seguros de poseer ya el vigor y la fuerza de su ESPÍRITU, el amor salvador de Dios, su infinita misericordia para con todos nosotros.

                    Por lo que, agradecidos, no cesemos de pregonar con gozo, igual que lo hicieron los primeros discípulos de Jesucristo: “HEMOS VISTO AL SEÑOR”,  para que, reconociéndolo todos, tengamos vida en su NOMBRE.

                    Digamos, pues, con entusiasmo y júbilo:

“ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR,

SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO”