DOMINGO IV DEL T. ORDINARIO - C
MI BOCA ANUNCIARÁ TU SALVACIÓN
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
La vida de todo creyente
está llena de dificultades, de incomprensión y hasta de envidia y persecución;
de manera que, sólo se puede vivir la fe, desde una oración constante y
confiada en la misericordia de Dios, que siempre ayuda y protege a los que le
son cercanos y le invocan con sinceridad.
Y, porque queremos crecer
en la fe y en el conocimiento de Dios, para experimentar su amor y ser
anunciadores y testigos del Reino, le invocamos con el salmo 70, haciendo
nuestra la actitud orante del salmista.
El poema, escrito en la época del posexílio,
es uno de los salmos de “lamentación y súplica individual” Es la oración de un
anciano en peligro de muerte y acosado por sus enemigos, que, al verle en esta
situación, piensan que está abandonado de las manos del Señor, Yahveh, y, hasta
desesperado... Pero, el anciano, más que
nunca y con mayor fervor y confianza se vuelve a Dios, teniendo la seguridad de
que, sólo Él, puede salvarle de la situación dolorosa que vive:
A
ti, Señor, me acojo:
no
quede yo derrotado para siempre;
tú,
que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina
a mí tu oído, y sálvame.
El orante, sigue clamando
a Yahveh, como lo indican los calificativos que, con tanto amor y fuerza le atribuye, y que, manifiestan
bien, su profunda fe y grato reconocimiento:
Sé
tú mi roca de refugio,
el
alcázar donde me salve,
porque
mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios
mío, líbrame de la mano perversa.
Más tranquilo, y
recuperado ya de sus dolencias y soledad, el anciano, quiere recordar a Yahveh,
lo mucho que ha significado para él, su ayuda y protección, que, también experimentó antes de nacer, fruto siempre de
su bondad y de su amor compasivo y salvador:
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y
mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En
el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en
el seno, tú me sostenías.
Por fin, el salmista, estalla en cantos de agradecimiento
a Yahveh, del que, siempre contará sus maravillas:
Mi
boca contará tu auxilio,
y
todo el día tu salvación.
Dios
mío, me instruiste desde mi juventud,
y
hasta hoy relato tus maravillas.
Esta misma situación de
angustia y persecución la vivió el profeta Jeremías, cuando tuvo que anunciar
que, la salvación de Yahveh, era para
Israel y todos los pueblos. Y, también
Jesús, cuando iba revelando a las gentes
su mesianidad, presentándose como el enviado de Dios en la sinagoga de
Nazaret: “HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA QUE ACABÄIS DE OIR”.
Y, del mismo modo,
nosotros, los cristianos, los que seguimos a Jesús y queremos anunciar La Buena
Noticia, su palabra salvadora y evangélica, nos veremos incomprendidos,
criticados y en alguna ocasión, hasta perseguidos; pero esto no debe
asustarnos, sino todo lo contrario, fortalecernos más; ya que, también a
nosotros nos dice Dios: “YO ESTOY CONTIGO PARA LIBRARTE”
Que nuestra principal
misión sea, pues, anunciar con valentía y ejemplaridad la salvación de Dios en
su Hijo Cristo Jesús; salvación que libera, sana y personifica; salvación que
transforma y diviniza hasta hacer que, toda la creación cante las maravillas de
Dios, mientras hace visible su reinado
de amor.
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