viernes, 25 de enero de 2019

Domingo III del T. O.-C



DOMINGO  III  DEL  T. ORDINARIO - C

TUS  PALABRAS  SON  ESPÍRITU Y VIDA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                       El mejor de los dones que nos ha concedido Dios, es el don de su PALABRA que, al llegar la plenitud de los tiempos, se hizo  SALVACIÓN  en su Hijo Cristo Jesús.  Palabra encarnada del Padre, por la que tenemos acceso a Él. Las lecturas bíblicas de La Eucaristía de hoy nos manifiestan  la fuerza y eficacia de esta palabra que es ESPÍRITU Y VIDA.

                     Y, con el salmo 18, queremos cantar y proclamar la belleza y la  bondad     de esta PALABRA, manifestada como ley del Señor en  su segunda parte. Estamos ante un hermoso poema didáctico, que, con la parte anterior que canta la belleza de la creación, completa y eleva, hasta lo sumo,  la maravillosa obra salvadora  de Dios.

                      Yahveh,  el Dios de La Alianza, llevado por la grandeza de su lealtad y misericordia con  Israel, su pueblo, le dio su ley, su palabra, fruto de su inmensa  bondad y sabiduría,  para que, pudiera  conocer su voluntad y cumplirla, ya que,  le exigía a cambio, fidelidad y amor en toda su conducta.                                  

                       Después del exilio, cuando se hizo  la reconstrucción de Jerusalén y su templo, tuvo mucha importancia la lectura solemne del libro de La Ley, expresión única de la revelación divina,  porque, ayudaba al pueblo a sentirse unido y amado por Yahveh, el Dios bueno,  fiel y veraz,  que siempre y en todo lugar acoge y  protege. Por eso, el salmista la ensalza de esta manera:
   
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

                       En el conocimiento de esta ley, los israelitas experimentaban que, la voluntad de Dios era para ellos fuente clara de luz, de dicha, y de felicidad; y que, meditarla, amarla y cumplirla, era la mayor de las delicias tenidas:

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.

                    El salmista, agradecido, quiere complacer a Yahveh,  con las palabras y los sentimientos de su corazón, fruto todo,  de una  fe interiorizada y de una alegre y sincera alabanza:
                    
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.

                   
                    Y, con sentimientos de gratitud, amor y reverencia, hemos de escuchar, nosotros también,  La Palabra de Dios, para que siempre  sea viva y eficaz y lleve a cabo lo que  desea, que es llenarnos de su amor, de su luz, de su alegría y consuelo.

                    Es La Palabra, que siempre instruye, aconseja y fortalece y con la que nos podemos dirigir a Dios. La que alimenta nuestra fe y nos transforma en hijos suyos, hasta llegar a ser perfectos como el Padre del cielo.

                    También, es La Palabra, que nos va identificando con Jesucristo, Palabra eterna y definitiva del Padre, porque en ÉL NOS  LO TIENE  DICHO TODO:
   
                   Y, es La Palabra evangélica, La Buena Noticia salvadora, que nos libera y nos capacita, para liberar a los que son esclavos de la pobreza y del egoísmo de los poderosos. La Palabra que nos hace testigos del Reino y nos promete la gloria y la felicidad eterna.                      
        
                    Jesús, “como era de costumbre los sábados, se puso en pie para hacer la lectura y encontró el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí,  porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”
 
                    Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él. Y ÉL se puso a decirles: -“HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OIR”

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