viernes, 18 de enero de 2019

Domingo II del T. O.




DOMINGO II T. ORDINARIO - C


CONTAD A TODOS LOS PUEBLOS LAS MARAVILLAS DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                     
                   Las maravillas que Dios ha realizado a través de la historia de la salvación, culminan, de manera plena y acabada, en la manifestación de su Hijo Unigénito, Jesucristo, hecho hombre, para nuestra salvación.
              
                    Estas maravillas de Dios, que siempre proceden de su  bondad y de su  misericordia para con los hombres, las proclamaba  y ensalzaba Israel en el salmo 95, uno  los salmos  que se cantaban en las entronizaciones reales. Y que, los israelitas lo retomaron con entusiasmo, para cantar y ensalzar  la gloria del Reino restaurado, después de la cautividad de Babilonia: 

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.
                  
                     Pero no sólo las maravillas que realiza Yahveh son para Israel.  Su victoria  y su salvación, también  es  para todos los pueblos, llamados a contemplar su gloria. Y, porque todos somos  amados por el Rey y Señor del universo, todos debemos alegrarnos y  proclamar sus maravillas: 

Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
                
                    Israel, que en la vuelta del exilio, ha visto la victoria de Yahveh en beneficio propio y como fruto del gran amor que le tiene, se siente destinatario de su Salvación y, al mismo tiempo, comprometido en la tarea de darla a conocer a los demás pueblos, a los que  invita a cantar y a  reconocer “la gloria y el poder de Dios”

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.

                   El salmista orante, invita de nuevo a todas las naciones, a tributar a Yahveh, rodeado de gloria y majestad en su templo sagrado, una sincera adoración y  una gozosa alabanza de acción de gracias; animándoles, también, a dar  a conocer su excelsa realeza y señorío, capaz de gobernar el universo con justicia y equidad:   

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: “El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente”.

                  En los tiempos de plenitud en que vivimos, la gloria de Dios, su divinidad, se nos  ha manifestado  en Cristo Jesús, y en distintas ocasiones. Era la mejor  manera de darse    a conocer, como el Hijo de Dios y como el  Mesias esperado;  es decir, como el Salvador del mundo.

                  En  el fragmento evangélico de Jn  2,1-12, se nos presenta Jesús (el enviado del Padre, y también su gloria y esplendor) en el contexto de una EUCARISTÍA, significada en LAS BODAS DE CANÁ DE GALILEA, y como anuncio de las bodas definitivas y eternas del Cordero con La Humanidad salvada, en el BANQUETE CELESTIAL.

                  Y, en las primeras bodas, las de Caná, Cristo Jesús está significado en el ESPOSO y en el VINO NUEVO que reparte a los comensales.  Vino Nuevo que tiene el poder de crear fiesta y alegrar, de rejuvenecer y transformar todo cuanto existe. Vino, que en La Eucaristía nos purifica, nos fortalece, nos vigoriza y diviniza, y que  en la eternidad nos embriagará de luz y de gloria.  También será entonces cuando se cantará  jubilosamente el cántico nuevo del amor, por siglos sin fin.

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