viernes, 26 de octubre de 2018

Domingo XXX del T. O.-B



DOMINGO XXX DEL T. ORDINARIO - B
  
EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS
Y ESTAMOS ALEGRES

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                      Estamos contentos y  alegres por  haber descubierto los caminos de Dios, que son luz y felicidad -y también purificación-  para los que transitan por ellos. Son los caminos  en los que Dios nos conduce y acompaña, COMO UN PADRE LO HACE CON SU HIJO, a la dicha de La Salvación plena. Experiencia, esta, sublime y salvadora, que nos lleva a ser  agradecidos y a vivir confiados.

                      Con el salmo 125 queremos dar gracias a Dios por su salvación y por el gozo que ella nos proporciona. Está considerado como “un salmo de peregrinación”; como un “canto de las Subidas” y, también, como un “salmo de acción de gracias y de confianza”. Es de la época del posexílio y tiene en cuenta las enseñanzas de los profetas de este tiempo: “LOS GUIARÉ ENTRE CONSUELOS A TORRENTES DE AGUA, POR CAMINO LLANO”.

                      En la primera parte del poema, el salmista recuerda y hace recordar la aflicción vivida en el destierro, a la vez que, exhorta a la alegría y al regocijo por la liberación salvadora de Yahveh, que fue gozo y plenitud de vida.

                    Alegría, que ha de ayudarles, desde una fe  sincera y profunda, a superar las dificultades que se les van  presentando y que siempre surgirán, hasta que sea realidad acabada la  restauración de Jerusalén y de su Templo: Alegría grande y gozosas, de la que también participaron los pueblos vecinos y que, a Israel, le llevó a reconocer de nuevo la grandeza del Señor, y, a devolverle  el honor, que había perdido ante ellos, cuando aconteció el castigo:

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
La boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
“El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
         
                       De esta experiencia religiosa y consoladora, que ha vivido Israel,  brota en el  salmista una súplica a Yahveh, para el presente, en la que pide cambie de manera estable y segura la suerte de su pueblo, convirtiendo su debilidad y pecado en fidelidad y lealtad a su Alianza; y les otorgue, además, vivir en  la  espera  confiada de que, todo esfuerzo realizado, ahora, será alegría y salvación para el futuro, cuando, con gozo y cantando, podrán recoger los frutos sabrosos de vida y gloria conseguidos:         

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.



                       También nosotros, todos los cristianos, con este salmo, damos gracias a Dios por la alegría y confianza que nos ha dado en su Hijo Jesucristo, el que ha cambiado, definitivamente, nuestra condición de pecado,  la de todos los hombres,  en gracia y vida de salvación. Y, porque, con su entrega y  amor, nos ha abierto un camino por el que, nos conduce y acompaña hasta la gloria del Padre.

                      Y Jesús, caminando con los hombres, se nos manifiesta como luz, paz, alegría, amor; es el que cura en todo momento nuestra vulnerabilidad y ceguera y nos abre a la luz de la fe, para que, caminemos con alegría en su seguimiento, con el fin de que vivamos su misma entrega de bondad y generosidad:

                      Por eso curó al ciego que estaba al borde del camino. Éste “al oír que era Jesús Nazareno empezó a gritar: - HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MÍ. Jesús, acercándose le dijo. –Que quieres que haga por ti. El ciego le contestó: –MAESTRO QUE PUEDA VER. Y Jesús le dijo: – ANDA TU FE TE HA SALVADO. Y RECOBRÓ LA VISTA

                      Pero, no solo nos lleva a la luz de la salvación, sino que, también quiere, que todos los cristianos seamos LUZ SALVADORA para la humanidad que camina en sombras de muerte, por el egoísmo, las guerras, y todas las injusticias que padece, y así,  podamos convertir nuestro mundo en caminos de gozo y alegría, de resurrección y gloria.

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