sábado, 13 de octubre de 2018

Domingo XXVIII del T. O. -B


DOMINGO XXVIII DEL T. ORDINARIO - B

 SÁCIANOS DE TU MISERICORDIA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    “Sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo”. Súplica  confiada a la bondad y sabiduría de Dios, llena de esperanza y de gozo, porque tiene presente la promesa de su salvación

                    Con esta súplica  comienza el salmo 89, poema de sabor sapienzal, y que sintoniza con la lectura de La Sabiduría, con la que,  nos enseña, a poner los sentimientos del corazón en Dios. Su datación, por tanto, es de la época del posexílio y está considerado como un “salmo de lamentación y súplica”

                    El poema describe, después de una introducción hímnica, una meditación de matiz antropológico, sobre la eternidad de Dios y la vida vulnerable y caduca del hombre. Y, en  los versos escogidos para la celebración de hoy, EL SALMISTA PIDE A YAHVEH SABIDURIA Y COHERENCIA para discernir y aceptar con realidad lo precario de la vida, la limitación del hombre, y, hasta el mal moral, y del  mismo pecado, desde una fe sincera  y confiada en Yahveh, el que siempre se compadece, protege,  perdona, y salva:
   
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.
         
                    Así, el salmista, en su experiencia de debilidad y pecado,  confía y espera en la fidelidad y misericordia de su Dios, Yahveh, que, será capaz de salvar y de transformar, en su interior, el juicio duro que tiene de sí mismo, en un aceptarse sincera y amorosamente; a la vez que, conseguirá dar  sentido a su vida  y  plenitud a todas sus obras:

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo;
danos alegría por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
                     
                    Reconociendo este obrar tan generoso  de su Dios, Yahveh, el salmista, más optimista y con una fe ya  purificada, desea,  que esta acción  salvadora de Dios sea valorada y apreciada por la comunidad de fieles y que, su gloria, sea admirada por otras generaciones, con el fin de que todos puedan  bendecirle y alabarle:

Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
                  

                    El rezo de este salmo nos ha de ayudar a reconocer la gratuidad de Dios, que, en su SABIDURÍA, nos enseña a relativizar lo que carece de importancia, para aceptar y vivir según sus justos juicios, que siempre son de salvación.


                    Más, el gran regalo de Dios a la humanidad es Jesucristo, el que, con su amor, llevó a cabo de manera plena y total, la salvación y la reconciliación del género humano; y el que, con su ejemplo de vida, nos propone un camino de gratuidad,  de libertad y de perfección:

                    “Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierra, por mí y por el Evangelio, RECIBIRÁ  AHORA  EN  ESTE TIEMPO CIEN VECES MÁS  y en la EDAD FUTURA VIDA ETERNA 

                    Y, es Jesucristo, el que nos enseña a poner nuestro corazón y nuestra confianza, no en las obras que realizamos que, por supuesto, han de ser buenas, sino en la misericordia fiel y entrañable de Dios, que  nos ama como Padre bondadoso.


                    También, en nuestra sociedad, en la que solo se valora el tener cada vez más, sea como sea, los que seguimos a Cristo Jesús, imitando su desprendimiento y confianza en el Padre, hemos de enseñar, a los demás, a  buscar con afán y sabiduría lo esencial, como son las virtudes y todos los valores humanos: la justicia, la paz, la fraternidad, el perdón, etc. Es decir,  todo lo que nos diviniza y hace de nosotros auténticos hijos de Dios y herederos de su gloria.

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