viernes, 19 de octubre de 2018

Domingo XXIX del T.O.-B


DOMINGO XXIX DEL T. ORDINARIO - B

QUE TU MISERICORDIA, SEÑOR,
VENGA SOBRE NOSOTROS

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
                                                                                                     

                         Con gozoso júbilo, alabamos y bendecimos a Dios con el salmo 32, al que cantamos, agradecidos, para ensalzar su Palabra creadora y  su actuar, siempre  justo y leal,  fruto, todo, de su gran misericordia, que llena la tierra y toda la historia, de su presencia omnipotente.

                        Con este poema, repleto de belleza y de contenido sapienzal, con   características hímnicas, se invita a todos los fieles a aclamar con júbilo al Señor, Yahveh, por lo que es, por lo que nos ama y, también,  porque es fuente de dicha saberle tan cercano y bondadoso, dispuesto siempre a salvarnos:

Aclamad, justos, al Señor,
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

                   Es el Dios que nos mira atento, porque es siempre bueno y leal. En todo momento nos espera, porque desea, también, que le busquemos implorando, confiadamente, su amor misericordioso y su gran ternura, con el fin de podernos salvar de nuestras limitaciones  y llenarnos de gozo:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

                 Esta experiencia tan grata que tiene el salmista de Yahveh, por su fidelidad y lealtad con los que sinceramente le buscan, la canta en la asamblea de la comunidad creyente, desde una fe gozosa, segura y confiada, ya que  nada, ni nadie, podrá apartarles de la dicha de saberse salvados por él:

Nosotros aguardamos al Señor:
Él es nuestro auxilio y nuestro escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de tí.


                   Y, esta salvación, se nos ha manifestado más plenamente en Cristo Jesús, Palabra encarnada del Padre, el que transformará con su amor generoso y entregado,  la muerte y el pecado del mundo, en vida y eternidad gozosa,  convirtiéndose, de esta manera, en el sacramento de la misericordia salvadora del Padre, de su bondad y de su perdón para con los hombres.

                   Con su cercanía, Cristo Jesús, abre ante nosotros un camino de seguridad y confianza, y  en su fiel seguimiento nos va conduciendo hasta la total realización del plan salvador de Dios Padre, fruto de su justicia y misericordia para con nosotros los hombres, convirtiéndonos,  a todos, en alabanza  de su eterna gloria.

                   Hablar de Cristo Jesús y de su misericordia, a nuestro mundo, que la desconoce por completo, ha de ser la tarea de todo cristiano si es coherente con su fe. Tarea que solo conseguiremos realizar si tenemos los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Jesús:

                    “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor;  y el que quiera ser primero,  sea esclavo de todos. Porque, EL HIJO EL HIJO DEL HOMBRE NO HA VENIDO PARA QUE LE SIRVAN, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA EN RESCATE POR TODOS”


                    Tarea que realizan admirablemente todos los misioneros, a los que hoy recordamos con agradecimiento. Su entrega y generosidad les lleva a dejarlo todo por amor a los más pobres y a toda la humanidad, y a entregar su vida al servicio de la justicia y la paz,  del Reino eterno, propagando la fe en Cristo Jesús y dando a conocer su verdad evangélica.

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